En el marco de su gira internacional por los Estados Unidos, Javier Milei brindó una serie de discursos y entrevistas para dejar claro su alineamiento político internacional: “Banderas de Israel”, es la síntesis que empleó el mandatario argentino en cada una de sus intervenciones, que asoció a la lucha contra la izquierda y el “wokismo”.
En la agenda para este viernes, el mandatario argentino incluyó una visita privada a “El Ohel”, el lugar donde descansan los restos del rabino Menachem Mendel Schneerson en Manhattan, con la idea de agradecer por victoria en las elecciones del 26 de octubre.
Desde el escenario del American Business Forum hasta la entrevista concedida al canal francés Public Sénat, Milei insistió en que su política exterior responde a una definición moral antes que geopolítica. En Miami habló ante empresarios y dirigentes conservadores, elogió a Donald Trump y repitió su advertencia sobre el avance del “socialismo del siglo XXI”.
En París, ante un medio europeo, lo expresó sin rodeos: “Mi alineamiento de política internacional está muy claro… Usted puede ver los actos y va a encontrar banderas de Israel”, sostuvo al explicar por qué adopta esa bandera como señal de identidad.
Esa elección simbólica convive con un discurso más amplio donde Milei plantea un clivaje global entre democracias liberales y lo que denomina “autócratas”, un paquete en el que incluye a gobiernos de izquierda, movimientos progresistas y expresiones culturales bajo el paraguas del “wokismo”.
En la entrevista francesa lo definió como “una aberración… un cáncer”, y lo vinculó directamente con el populismo y la manipulación política. La misma matriz aparece en Miami, donde responsabilizó al estatismo y al kirchnerismo por décadas de decadencia y describió al socialismo como “un camino de servidumbre” que empobrece a los países.
En paralelo, Milei reforzó su apoyo a Israel con un argumento centrado en la seguridad y la ética política: “Con terroristas no se puede negociar… Yo decidí estar del lado de las democracias liberales”, afirmó al ser consultado por el conflicto en Medio Oriente. La frase, repetida en distintas formas a lo largo de su gira, funciona como puente entre su visión del orden mundial y su propuesta doméstica: un país alineado con Occidente, con reglas de mercado y con una narrativa que se presenta como una batalla contra una amenaza ideológica global.
El presidente usó ambos escenarios para insistir en que su programa económico y su posicionamiento internacional forman parte del mismo proyecto. En Miami habló de “restaurar los valores de Occidente” mientras agradecía el respaldo de Trump y celebraba la ampliación de la cuota de carne en el mercado estadounidense. En Francia defendió sus reformas y aseguró que su gobierno “diseña la política desde una cuestión moral”, bajo los principios del liberalismo clásico.

