Si algo caracteriza a los tiempos actuales en la política argentina, es la hegemonía de una única mirada económica en los medios de comunicación. Ya no se escuchan voces keynesianas, peronistas, o siquiera moderadas en la televisión abierta o en los grandes canales de cable. La grilla está monopolizada por opinadores, panelistas, legisladores, exministros y economistas que se alinean bajo las banderas del liberalismo, el neoliberalismo o el libertarismo, aunque las burlas entre ellos no están ausentes.
Esta uniformidad no es casual: responde a los intereses de los grandes empresarios que controlan los medios, quienes parecen haber decretado que la ideología mandante será la que mejor resguarde sus privilegios.
Es en este contexto que surge el insólito “Mundial del Peor Liberal 2024”, una parodia organizada por los trolls del presidente Javier Milei en la red social X (ex Twitter).
El objetivo: señalar al “peor” de entre sus aliados, ex aliados y críticos internos. Pero, lejos de ser un ejercicio de reflexión política, este campeonato expone el verdadero desmadre que es el movimiento liberal en el país: un rejunte de egos enfrentados, posiciones inconsistentes y un culto al presidente que roza el fascismo.
La hegemonía libertaria en los medios
Mientras la televisión rechaza sistemáticamente a economistas o analistas con visiones contrarias al neoliberalismo, dando pantalla solo a los fieles al ‘dogma libertario’, figuras como Diego Giacomini, ex íntimo amigo de Milei, o Carlos Maslatón, un abogado que gusta de autoproclamarse “líder de masas”, se han convertido en protagonistas de este circo mediático. Giacomini, por ejemplo, no ocupa un cargo público, pero su alineamiento ideológico (y posterior enfrentamiento con Milei) le basta para mantenerse en la conversación.
En este torneo, donde los usuarios votan en duelos eliminatorios para decidir al “peor liberal”, no hay límites. Desde diputados como Martín Tetaz hasta economistas como Roberto Cachanosky, nadie está exento del escrutinio de los trolls.
Incluso Mauricio Macri, quien apoya a Milei desde su asunción, pasó a cuartos de final, lo que demuestra que el espectáculo no discrimina entre aliados actuales o pasados.
Un movimiento que no se toma en serio ni a sí mismo
Aunque la competencia es presentada como una herramienta de “sinceramiento ideológico”, las bromas entre los candidatos “semifinalistas” desnudan el nivel de improvisación del movimiento libertario.
Maslatón y Cachanosky, por ejemplo, se disputan un lugar en la final entre risas y chistes sobre quién deberá pagar un café en La Biela (el perdedor del duelo).
Mientras los trolls de Milei insisten en reforzar el alineamiento casi sectario con el presidente, estas figuras, supuestamente serias, se distancian, quizás porque intuyen que el experimento libertario tiene fecha de vencimiento.
La poca disposición a tomar en serio el torneo (o el movimiento en general) muestra que ni siquiera quienes lo integran creen del todo en la narrativa que intentan imponer.
El problema no es la broma, sino lo que revela
Más allá del humor y las rivalidades, el “Mundial del Peor Liberal” deja al descubierto las grietas internas del espacio.
Para los trolls, ser tildado de “peor liberal” equivale a ser un traidor a Milei; para algunos de los participantes, es una cocarda que los distingue de la genuflexión autoritaria que caracteriza al círculo más cercano al presidente.
Sin embargo, la verdadera cuestión de fondo es por qué este movimiento, que domina los medios y las pantallas, no logra sostenerse con coherencia interna.
El liberalismo, tal como se presenta en Argentina, es más una caricatura que una corriente ideológica seria. Entre exfuncionarios devenidos opinadores, economistas mediáticos que toman todo a la ligera y trolls que dictan qué se debe pensar, el panorama queda reducido a un espectáculo de egos.
Si algo queda claro en este circo, es que el supuesto monopolio de ideas no garantiza credibilidad.
El “Mundial del Peor Liberal” no es más que un síntoma de la fragilidad y las contradicciones de un espacio que, aunque controla las pantallas y las redes, está lejos de controlar el respeto de la ciudadanía.


