La cadena dd TV, ABC de EEUU suspendió por tiempo indefinido a Jimmy Kimmel, uno de los presentadores más populares de la televisión estadounidense, después de que se refiriera con ironía al asesinato del activista conservador Charlie Kirk.
El hecho dejó en evidencia la gran paradoja norteamericana: el país que se jacta de ser el guardián de la libertad de expresión no tolera que un comediante diga lo que piensa si incomoda al relato del poder.
Kimmel, el comediante silenciado
Jimmy Kimmel conduce desde hace dos décadas Jimmy Kimmel Live!, un clásico de los “late night shows” donde mezcla entrevistas con monólogos políticos cargados de sátira. Fue además presentador en algunas entregas de los premios Óscar.
Su estilo ácido lo convirtió en blanco frecuente de los sectores conservadores, pero esta vez fue más lejos: cuestionó cómo la derecha intentaba utilizar el asesinato de Charlie Kirk para victimizarse y obtener rédito político.
Sus palabras fueron suficientes para que la empresa Nexstar, dueña de múltiples canales afiliados a ABC, decidiera dejar de emitir su programa. Y luego llegó el golpe mayor: la propia ABC, propiedad de Disney, lo suspendió de manera indefinida.
Kirk, el mártir inesperado
¿Y quién era Charlie Kirk? Se trata del joven referente republicano, fundador de Turning Point USA, organización que promueve ideas conservadoras entre estudiantes universitarios y muy cercana al movimiento MAGA.
El 10 de septiembre fue asesinado durante una charla en Utah, hecho que sacudió a la política norteamericana. Mientras los conservadores lo elevaron a la categoría de mártir, los progresistas analizaron el crimen como reflejo de la violencia social que atraviesa al país.
El problema no fue tanto la referencia al asesinato en sí, sino el atrevimiento de Kimmel a ironizar sobre el oportunismo político posterior. En la tierra del “todo se puede decir”, resulta que no todo se puede decir.
Libertad bajo condición
Las reacciones fueron previsibles: Donald Trump y dirigentes republicanos celebraron la cancelación del show, mientras que la Comisión Federal de Comunicaciones deslizó posibles sanciones. El presidente también pidió por el despido del otro famoso presentador de la NBC, Jimmy Fallon.
En paralelo, periodistas y comediantes denunciaron censura abierta y alertaron que si se puede castigar a un humorista por un monólogo, mañana podría pasar con cualquiera que incomode al poder.
La contradicción es evidente. Estados Unidos garantiza portar rifles de asalto sin demasiadas trabas, pero no tolera un chiste incómodo en televisión abierta. El país que se enorgullece de su Primera Enmienda exhibe su costado más restrictivo cuando lo que se dice toca la sensibilidad del establishment político y mediático.
En este juego de libertades a la carta, Kimmel se convirtió sin quererlo en símbolo de una paradoja: la libertad de expresión existe… siempre y cuando digas lo que ellos quieren escuchar.