Pasaron 15 años de la gesta del 15 de julio en el Mineirao. Son 15 años de aquella cuarta Copa Libertadores conquistada por Estudiantes. Son 15 años de una noche épica que unió a las generaciones campeonas de América. Y en este aniversario, Alejandro Sabella, uno de los cerebros de la conquista, el hombre que hoy vive en el recuerdo de esa estrella que le pidió a sus propios jugadores que tomaran del cielo para ponerla en el escudo previo a la final, hizo por entonces un relato de cómo vivió tamaña conquista, la que definió como el “instante más feliz de su vida deportiva”. Vale la pena, entonces, volver a leerlo, maestro…
“Yo tenía sueños, ilusiones. Pero no podía pensar más allá del primer partido. El 90% de mi atención estaba puesta en el próximo partido. Aunque a veces pensaba en el siguiente porque era muy importante y tenía que tener una visión más alejada. Eso me pasó tres o cuatro veces. Por supuesto que a veces pensaba hasta dónde llegaríamos en esa Copa. Le pasaría a cualquiera. Desde el principio mirábamos las dos llaves. Con el cuerpo técnico pensábamos que nos había tocado la llave más accesible. Lo primero que pensé fue que entre Defensor y Boca, pasaba Boca, pese a no estar en su mejor momento. Y nosotros queríamos a Defensor, porque Boca era un equipo muy ofensivo que llegaba por todos lados, además de que no podía jugar Boselli (por un pacto entre clubes). Es cierto que los equipos uruguayos son duros, difíciles, respetables, como lo fueron siempre, pero nosotros teníamos todo eso y un plus técnico.
“Que no toque Cruzeiro, que no toque Cruzeiro…”
Después, entre Nacional y Palmeiras, prefería a Nacional. Por lo mismo, y porque los equipos brasileños me provocan urticaria. Mientras tanto, iba mirando la otra llave y decía: “Que no toque Cruzeiro, que no toque Cruzeiro…”. ¡No queríamos a Cruzeiro! Primero pasó San Pablo. Le tocó Gremio. Y yo prefería Gremio. Pero pasó Cruzeiro.
En un repaso por los partidos anteriores a la final (por los cuartos y la semi) podría decir que Defensor y Nacional se enfrentaron a un equipo tan aguerrido como ellos, tan disciplinado, con tanto carácter y temple como ellos, pero mejor técnicamente. Eso era Estudiantes. A la larga, pudo sacar la diferencia. Al emparejar todos los otros ítems, sacó la diferencia ahí. Estudiantes jugó al máximo de sus posibilidades, y eso hizo que los demás equipos no pudieran alcanzar el nivel que tenían.
“El instante más feliz de mi vida deportiva”
Ya en la final, en el partido de ida no estuvimos cómodos. Cruzeiro hizo lo que quería hacer: cortar el juego, no nos dejó crear… Aunque con chispazos, tuvimos cinco o seis jugadas de gol. Pero ellos, un poco por la desesperación nuestra, y otro porque son un muy buen equipo, llegaron con peligro. También habíamos hecho el gasto y lo sentimos, pagamos el costo.
Más allá de no haber ganado ese primer partido, de alguna desazón, los jugadores no estaban golpeados. Estaban tranquilos y se los vio así los días sucesivos. En la charla que tuvimos el domingo previo los vi muy seguros y eso se reflejó después, con la llegada del micro al Mineirao. Los jugadores cantaban de una manera que emocionaba, el micro se movía para todos lados. Me queda la imagen de tener a mi izquierda a Julián (Camino) y a mi derecha a Claudio (Gugnali) golpeando los vidrios; adelante, Iberbia, Rojo, Enzo, Salgueiro… Fue tremendo. Me emocioné. Y vi que la gente afuera no podía creerlo. Si los que estaban preparados para una fiesta eran ellos…
Claro que después había que jugar el partido. Los primeros minutos siempre son importantes, y Cruzeiro podía complicarte en cualquier momento. Pero siempre son importantes esos primeros minutos. Y la verdad es que Estudiantes estaba muy bien en todos los sectores de la cancha, los jugadores muy concentrados, jugando con mucha autoridad. El partido estaba planteado de igual a igual y creo que las situaciones más claras en ese primer tiempo las tuvo Estudiantes”.
Estudiantes campeón de América. El resumen de los goles de la final ante Cruzeiro.
Ante un partido de este tipo, se plantean varias hipótesis. Una de máxima y una de mínima. La de mínima es que el rival te meta en un arco, te haga el gol, te llegue por izquierda, por derecha, te maneje la pelota y que, cuando la conseguís, hagas dos o tres toques y la pierdas. Y la mejor de las hipótesis yo diría es la que pasó: un partido de igual a igual, en el que más allá de las 60 mil personas que había, no se sabía quién era local o visitante. Y así fue.
Si tuviera que decir que sentí ese 15 de julio de 2009 cuando Chandía pitó el final, diría entonces que fue el instante más feliz de mi vida a nivel deportivo. Me acordé mucho de mis colaboradores, de que el profe Blanco me había dicho que íbamos a ganar. También, del cartel que habíamos visto el día anterior al ir a visitar el estadio. Decía… Locales 1 – Visitantes 2. Y me acordé mucho de mi familia. Y de todos los que me apoyaron…
(Extracto del relato de Alejandro Sabella a la revista Animals! en 2009, tras aquella gesta).