La televisión en vivo tiene momentos únicos, de esos que nadie guiona y que terminan convirtiéndose en joyas del absurdo. El martes por la noche, en “Bendita”, Beto Casella estaba concentrado en lo suyo, haciendo el clásico chivo, cuando algo en el estudio comenzó a desmoronarse. Un murmullo, una risita suelta, un revuelo creciente detrás de cámaras. Cualquiera que haya visto televisión sabe que la espontaneidad es parte del juego, pero esto era otra cosa. Había un descontrol poco habitual para la prolijidad que suele exigirse en la pantalla. Casella, ajeno a todo, seguía con su pauta publicitaria, mientras en la trinchera de los panelistas algo sucedía.
Cuando finalmente terminó su chivo y volvió a su lugar, el conductor se encontró con un espectáculo inesperado: Horacio Pagani, el histórico periodista deportivo, estaba enajenado de alegría, celebrando como si hubiese ganado la Copa del Mundo. Sus compañeros lo miraban entre la sorpresa y la complicidad, el estudio entero estaba envuelto en su festejo desmesurado. ¿Qué demonios pasaba? Pagani acababa de ganar la lotería.
Sí, como si el universo le hubiese guiñado un ojo en cadena nacional, el periodista había apostado al número 17-17 y se había llevado un premio que, si bien no quedó del todo claro en cifras, según él mismo, le permitía recuperar pérdidas previas. Es decir, había jugado, perdido y vuelto a jugar con la fe inquebrantable de los quinieleros de raza, esos que confían en que la racha cambia. Y cambió.
En medio del delirio, con los panelistas celebrando con él y Beto Casella intentando darle algo de coherencia al momento, Pagani miró fijo a cámara y lanzó una frase que algunos tomaron como un exabrupto más, pero que en realidad tenía historia: “Dios existe”.
REBOBINEMOS 15 AÑOS
Para entender el peso de esas dos palabras hay que viajar en el tiempo. Año 2010, Mundial de Sudáfrica, primer partido de España en la Copa. La selección que representaba el fútbol que Pagani tanto defiende —toque, posesión, belleza— perdía sorpresivamente contra Suiza. El periodista, enojado, desencajado por la injusticia divina que permitía semejante aberración futbolística, lanzó en televisión su célebre: “Dios no existe”. Y, como si el destino se burlara de él, tras aquel arranque catastrófico, España enderezó el rumbo y terminó consagrándose campeona del mundo con su juego de fantasía.
Aquella frase quedó en la memoria televisiva, y Pagani, sin proponérselo, había creado su propio dogma. Ahora, 15 años después, el destino le dio la chance de reescribirlo. Esta vez, ya no había una pelota de por medio ni una injusticia futbolística que denunciar. Esta vez, era él quien salía victorioso. Y si en 2010 Dios no existía porque el fútbol había sido traicionado, en 2025 Dios volvía al tablero porque la Quiniela le daba una alegría personal.
El cierre del ciclo es perfecto. Lo que alguna vez fue una queja desesperada contra el destino, ahora se convirtió en una reivindicación. Pagani, que representa a una generación que todavía confía en la Lotería Nacional más que en los casinos online y las apuestas virtuales, vio cómo el azar le devolvía un poco de lo que alguna vez le quitó.
Pagani y la antítesis de Nietzsche: ahora Dios vive
El fútbol y el juego de azar comparten algo: ambos se sostienen en la fe. Fe en un equipo, fe en un número, fe en que la suerte cambie. Horacio Pagani, con su festejo desmedido en Bendita, cerró su propio círculo.
Alguna vez Dios lo había abandonado en un partido de España, pero esta vez le devolvió el favor en forma de un 17 repetido.Dios, al final, juega a la Quiniela. Y Pagani, esta vez, salió ganando.

