La cena de Mirtha Legrand del sábado pasado dejó algo más que chismes y sonrisas tensas. Dejó al descubierto, sin maquillaje mediático, la fragilidad del relato “objetivo” de Cristina Pérez, periodista que hace tiempo dejó de ejercer como tal para transformarse en una vocera dócil del gobierno libertario.
Desde su rol de comunicadora (pero recordando que es esposa del ministro de Defensa, Luis Petri), intentó explicar —sin datos ni experiencia propia— cómo funcionan las pensiones por discapacidad. Mala idea: en la misma mesa estaba Valentina Bassi, actriz y madre de un hijo con autismo.
El discurso aprendido
El momento de fricción comenzó cuando Pérez defendió el ajuste implementado por el Gobierno de Javier Milei, apelando al argumento oficial de la “limpieza” de subsidios:
“Porque si hay un 40% de pensiones para discapacitados que son truchas, también es gente que está recibiendo algo que le corresponde al hijo de Valentina”, sostuvo, intentando empatizar falazmente con quien compartía mesa.
La frase sonó ensayada, repetida, carente de prueba. Ni cifras oficiales ni auditorías públicas sostienen ese 40% que Pérez dio como dogma. Pero no fue solo la imprecisión: fue el tono condescendiente, casi pedagógico, con el que intentó explicarle a una madre lo que significa convivir con la discapacidad.
La realidad que no se puede maquillar
Valentina Bassi no levantó la voz. Levantó la verdad.
“Pero mirá, yo ahí quiero hacer una salvedad porque justo decís algo que se repite mucho. Eh, nadie que esté relacionado con la discapacidad quiere que una persona que no tiene discapacidad reciba una pensión. Ahí estamos juntos, completamente juntos en eso. Transparencia siempre. Lo que pasa es que la auditoría que se hizo no fue para buscar transparencia, fue para ajustar”, dijo, con calma quirúrgica.
El silencio en la mesa fue elocuente. Ni el gobernador santafesino Maximiliano Pullaro ni el politólogo Marcos Novaro —habitual invitado de TN para justificar lo injustificable— pudieron rescatar a Pérez del laberinto en el que ella sola se había metido. Solo Gladys “La Bomba Tucumana” asintió en defensa de Bassi.
Los datos que el oficialismo no muestra
La actriz fue más allá. Denunció que el ajuste se tradujo en la eliminación de 110 mil pensiones “al voleo”. Y lo explicó con ejemplos concretos, imposibles de refutar:
“Un papá se quedó sin su pensión para su hijo, tenía trabajo informal… de un día para el otro, nunca se enteró. Sin la pensión vos perdés el beneficio de Incluir Salud, que es la obra social para los que no tienen obra social”, relató.
Y remató con crudeza:
“Su hijo se quedó sin las terapias, o sea, no solo su papá perdió la pensión para comer, sino que su hijo se quedó sin sus terapias de apoyo. Cuando convulsiona ese niño porque tenía epilepsia, ¿quién le va a dar el anticonvulsivo?”
Frente a eso, Pérez no tuvo respuesta. Solo un gesto incómodo y un rictus forzado para intentar ocultar su vergüenza.
La lección
Antes de cerrar el tema, Bassi dejó una reflexión que atravesó la pantalla:
“La discapacidad es empobrecedora. Porque cuando vos tenés una discapacidad no podés trabajar o podés trabajar poquito. Cuando tenés un hijo con discapacidad tampoco podés trabajar según el grado de apoyos que necesite. Y la pobreza es discapacitante, porque no accedés a los sistemas de salud… Entonces, con un país con tanto nivel de pobreza es entendible que se necesiten tantas pensiones”.
El contraste fue brutal. De un lado, la periodista que repite consignas gubernamentales como si fueran información verificada. Del otro, una madre que vive lo que los manuales libertarios no contemplan.
La cena terminó, pero la escena quedó: Cristina Pérez, sin argumentos, frente a una verdad que ni la pauta oficial, ni un matrimonio político, pueden tapar.