La noticia fue presentada en medios nacionales como una “pausa”. Pero el lenguaje “diplomático” suele disfrazar lo irreversible. El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos, con respaldo del Departamento de Estado, habría puesto fin al proceso para que los argentinos viajen sin visa al país del norte.
No se trataría de una demora técnica ni de un ajuste de plazos: el proyecto habría sido dejado de lado. Y la razón es clara y contundente: la corrupción sospechada en la administración de Javier Milei, sumada a la improvisación crónica del gobierno.
El episodio no admite eufemismos: la Argentina quedaría excluida del Visa Waiver Program. Esa puerta que se había presentado como el gran gesto de amistad entre Milei y Donald Trump no solo se estaría cerrando, sino que fue clausurada en medio de un bochorno internacional.
La secuencia de los sucesos la reveló el sitio Axios, un medio de Estados Unidos dedicado a revelar los pormenores de aquello que ocurre en Washington. Según narra la publicación el secretario de Estado Marco Rubio decidió suspender una segunda reunión que se iba a realizar sobre el tema esta semana en la capital norteamericana.
La fuente, el mencionado sitio de noticias, suele anticipar las primicias políticas que más tarde publican las grandes cadenas norteamericanas, como CNN, CNBC o los diarios más tradicionales como The Washington Post y The New York Times, y en Argentina Infobae, el portal mejor informado acerca de cualquier hecho sucedido en Estados Unidos.
Un viaje frustrado y un papelón diplomático
La secuencia es digna de un manual de cómo no gestionar política exterior. Una comitiva encabezada por Juan Pazo, titular de la Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA), voló hacia Washington con la misión de rubricar el acuerdo. En la escala en Miami recibieron la notificación lapidaria: “no continúen, falta una firma”.
Detrás de esa excusa administrativa estaba la decisión real: Estados Unidos no avanzaría en el acuerdo. El mensaje llegó cuando los funcionarios ya habían partido de Buenos Aires.
Dos días de incertidumbre en Florida terminaron con la delegación regresando sin resultados, exhibiendo hacia adentro y hacia afuera el destrato que implica ser frenados por un gobierno al que Milei define como “amigo”.
Ese destrato es aún más llamativo si se recuerda la visita de la Secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, apenas dos meses atrás. Aquella gira fue presentada en Buenos Aires como el inicio de una relación estratégica, con promesas de cooperación en inteligencia y fronteras.
Se llegó a asegurar con un Comunicado de la pomposa “Oficina del Presidente” que la eliminación de la visa para argentinos se concretaría “en un año”. La propaganda política celebraba un hito; la realidad terminó mostrando un fiasco.
Corrupción y desorganización: el trasfondo
Los motivos oficiales apuntan a una “falta de comunicación y organización” de la parte argentina. Pero las filtraciones en Washington confirmaron lo esencial: el freno respondió a la alarma generada por los casos de corrupción que involucran directamente a la gestión libertaria.
Para el Departamento de Estado, la transparencia es un requisito estructural para otorgar beneficios migratorios. Si la administración Milei no puede garantizar control interno, difícilmente convenza a Estados Unidos de abrir sus fronteras.
No es la primera vez que la política exterior argentina tropieza con su propia improvisación. Pero este episodio tiene un costado simbólico más profundo: la caída de un acuerdo que se anunciaba como prueba de confianza mutua. La Argentina quedó expuesta por su incapacidad técnica, y también por un patrón de irregularidades que ya nadie en el escenario internacional considera un rumor.
El contraste con los vecinos y el costo político
Mientras Uruguay cumplió con los requisitos del Visa Waiver Program y logró tasas de rechazo inferiores al 3%, la Argentina de Milei apenas registró un 8,9% en 2024, muy por encima del límite exigido.
La diferencia no es un detalle estadístico: evidencia una debilidad estructural que fue deliberadamente ignorada en los discursos oficiales.
El resultado es devastador. Se prometió un beneficio que jamás se materializará. Se expuso a diplomáticos y funcionarios a un viaje inútil. Se comprometió la palabra presidencial en base a un acuerdo que ahora se revela inexistente. Y, sobre todo, se confirmó que el país paga costos políticos internacionales por un gobierno que combina ineficacia con corrupción.
Epílogo de un acuerdo que nunca existió
El fin del proceso no es un accidente ni un malentendido burocrático: es la consecuencia directa de una gestión “populista” que confunde propaganda con política de Estado.
En la relación bilateral con Estados Unidos, lo que debería haber sido una señal de confianza se transformó en un gesto de desdén.
La Casa Blanca no solo suspendió su aval al Visa Waiver Program para la Argentina: envió un mensaje claro. En Washington no hay lugar para gobiernos que exhiben corrupción estructural y desorganización crónica. Y lo que en Buenos Aires se presentó como un triunfo diplomático terminó siendo una humillación anunciada.