La histórica cadena francesa de supermercados Carrefour, puso en revisión su negocio en la Argentina y le otorgó un mandato de venta a Deutsche Bank para evaluar el valor de sus activos y explorar ‘potenciales compradores’.
Aunque no hay certezas sobre el desenlace, la empresa asegura que no hay riesgo para la continuidad de sus operaciones ni para sus empleados
Mal de muchos…Problema general
Carrefour dice que “busca un compradores” en potencia. Georgalos habla de “reorganizar la cartera con nuevos inversores”. HSBC, Petronas, Exxon, Procter & Gamble, ENAP, Nutrien, Paramount… todos, en mayor o menor medida, se están yendo o están a la pesca de alguien que les compre el boliche.
Pero claro: nadie lo dice con todas las letras. No sea cosa de admitir lo que es evidente para cualquiera que camine dos cuadras por cualquier centro comercial en la Provincia de Buenos Aires o en cualquier rincón del país de Javier Milei. Esto, señoras y señores, es la economía (estúpido) que, en nombre de la libertad, está fundiendo hasta a las multinacionales.
Porque a ver: en otro contexto, tal vez un Carrefour podría plantearse “optimizar la estrategia global” o “enfocarse en mercados core”. Pero cuando una cadena que en los 90 hacía temblar las cajas registradoras en Quilmes —llegando a ser la sucursal que más vendía en el mundo— hoy le entrega el mandato de venta al Deutsche Bank para que evalúe a quién le enchufa el negocio, es evidente que algo se rompió.
La política económica del ajuste cavernícola
Acá nadie discute que Carrefour, como cualquier multinacional, analiza constantemente dónde le rinde más el mango. Pero la catarata de empresas internacionales que en los últimos meses se empezó a ir, a vender, o a buscar “socios estratégicos” no es casualidad.
Porque este no es un contexto normal. Es la Argentina de Milei, donde el “déficit cero” se convirtió en mantra y la motosierra corta sin miramientos todo lo que pueda recortar gasto, consumo o salarios.
Lo que pasa es que el relato libertario necesita mostrar que las inversiones están “a la vuelta de la esquina”, mientras se jacta de una estabilidad del tipo de cambio que sólo se mantiene gracias a un brutal frenazo de la actividad y a la deuda.
Entonces, cuando las empresas “se las pican”, se arma el relato para maquillar la fuga: no dicen “nos vamos porque el mercado interno se murió y la gente no tiene un peso”, sino que “buscan socios”, “reestructuran portfolios” o “se enfocan en mercados más dinámicos”.
De Georgalos a Carrefour, el mismo libreto
Hace unos meses Georgalos, la histórica fabricante del Mantecol, decía que necesitaba “reorganizar su cartera” con “nuevos inversores”. Palabras lindas para disimular que está hasta las manos. Hoy mismo la policía ya le pegó a manifestantes y trabajadores de esa empresa histórica en la Panamericana porque empezó a despedir. Y el verso de la “reorganización” quedó en offside.
Carrefour está siguiendo el mismo libreto. Infobae cuenta con lujo de detalles cómo los franceses le dieron mandato al Deutsche Bank para que tase la filial argentina y empiece a buscar candidatos.
Hablan de una venta total o parcial. Incluso, se baraja la posibilidad de quedarse con un socio local. Y si bien aclaran que “no corren peligro las fuentes de trabajo”, la sola idea de que una cadena que emplea a 17.000 personas, con más de 680 locales, necesite encontrar comprador, es el síntoma de algo mucho más grave.
Porque el Carrefour que llegó a la Argentina en 1982 no es un improvisado. Es una de las mayores cadenas de retail del mundo. Y su negocio acá, durante décadas, fue un éxito rotundo.
¿Por qué entonces ahora, de golpe, “no forma parte de sus mercados estratégicos”? Bueno… porque Milei podrá tener la bandera liberal, pero la recesión que generó el ajuste cavernícola se está llevando puesto el consumo. Y si no hay consumo, ni Carrefour ni nadie sobrevive.
El caso silencioso del comercio chico
La diferencia es que Georgalos o Carrefour tienen prensa. Pero el almacenero de barrio o el comerciante minorista cierra la persiana en silencio. Sin titulares. Sin comunicados que hablen de “socios estratégicos”. Sin Deutsche Bank que tasen sus activos.
La recesión está haciendo estragos en la base del comercio. La caída en ventas, el desplome del poder adquisitivo y los costos dolarizados están reventando negocios todos los días.
Es lo mismo que pasa en la industria. Fabricantes de calzado, textil, muebles, alimentos… todos están operando a niveles de actividad mínimos.
Pero la gran prensa, que en buena medida forma parte de conglomerados empresarios que también se benefician con la política económica de Milei, se cuida de no titular “Se funde el comercio minorista”. Prefieren hablar de “reconfiguración de la demanda” o “consolidación de operaciones”. Eufemismos para no decir la verdad que la calesita está chocando.
El éxodo multinacional no es casualidad
El mefio especializado “El Economista” lo dice con todas las letras: en estos meses, al menos nueve multinacionales decidieron vender o irse. No todas lo hacen desesperadas, pero tampoco es todo color de rosas como lo pintan en la Casa Rosada.
El artículo menciona a Petronas, Exxon, ENAP, HSBC, Procter & Gamble, y suma ahora a Carrefour. Incluso Paramount está analizando vender Telefe.
Claro, los voceros oficiales dicen que no hay que preocuparse, porque “otras empresas van a entrar”. Pero la realidad es que cuando firmas globales empiezan a considerar que Argentina es un mercado demasiado chico o riesgoso, es una señal de alarma.
Y no alcanza con repetir que el RIGI (Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones) va a salvarnos. Porque las empresas pueden recibir exenciones impositivas, pero si no hay quien compre, no hay negocio que se sostenga.
No es sólo estrategia global
El discurso oficial insiste en que muchas de estas salidas responden a “estrategias globales”. Y es verdad que Exxon se quiere enfocar en Guyana o que Carrefour decide apostar fuerte a Europa y Brasil. Pero sería ingenuo negar el impacto local. Nadie vende activos que son rentables si cree que el futuro es promisorio. Y menos lo hace una empresa que, como Carrefour, llegó a ser líder absoluto en Argentina.
En el fondo, estas multinacionales están eligiendo irse de un país donde la inflación sigue alta, el consumo se desplomó y donde las tasas de interés y la incertidumbre política hacen imposible planificar.
Aunque los CEOs se esfuercen por ponerle moño al comunicado, el ajuste libertario está destruyendo la base del mercado interno. Y cuando el mercado interno se muere, se muere la razón de ser de empresas que viven de venderle cosas a la gente.
¿Hasta la Coca Cola podría fundirse?
Hay una frase que se escucha cada vez más en charlas de café: “Con Milei, choca la calesita”. Y es real. Este modelo económico, que apuesta todo a que “el mercado se acomoda solo”, está llevando al límite incluso a jugadores gigantes. Hoy es Carrefour. Ayer Georgalos. Mañana puede ser cualquiera. Hasta la Coca-Cola podría fundirse si nadie le compra una botella.
El problema es que mientras los medios más importantes mitigan la crudeza de la realidad —para no golpear demasiado al gobierno ultraliberal que, a fin de cuentas, los beneficia con pauta encubierta, desregulaciones o reformas que prometen achicar impuestos—, el país real se está vaciando de empresas, de comercios, de industrias. Y detrás de cada “reestructuración” o “búsqueda de socios”, hay miles de laburantes que quedan a la intemperie.
En definitiva, por más Deutsche Bank o comunicados diplomáticos que se publiquen, no hay forma de disfrazar que si Carrefour se quiere ir de la Argentina, es porque el ajuste está liquidando el mercado interno. Y sin mercado interno, no hay ni liberalismo, ni socialismo, ni relato que aguante. Hay, simplemente, un país que se queda cada vez más solo.