Si existe un país en el que la política está más presente que la sal en la mesa, es el nuestro. Y por eso no sorprende que finalmente alguien inventara un juego que logra lo que ninguna reforma electoral pudo: poner a todos a discutir, pelearse un poquito, o mucho, y quizás apelar a la risa… sin romper amistades (bueno, casi).
Así nació “Pasaron Cosas”, un juego de mesa argentino creado en el conurbano bonaerense que transforma la campaña electoral en una competencia delirante donde todo puede pasar. Y sí: pasan cosas en serio.
El origen del nombre
La chispa que lo inspira es una frase que quedó grabada para siempre en la memoria colectiva: “pasaron cosas”. Mauricio Macri la soltó durante su presidencia, en uno de esos momentos en los que la economía pegó un volantazo y había que explicar por qué todo venía tambaleando.
Fue su forma de decir “no me pregunten mucho, la tormenta me pasó por encima”. De ahí en adelante, la frase se convirtió en sinónimo de caos, sorpresa y resignación. Material perfecto para un juego, claro.
Los creadores —una empresa radicada en Vicente López— entendieron que la política argentina es demasiado jugosa como para no llevarla a un tablero. Así que diseñaron una mecánica simple: cada jugador representa un partido político distinto.
Algunos arrancan con ventaja, otros con causas judiciales, otros con guita. Nada nuevo bajo el sol. El objetivo: sumar votos en todas las provincias y sobrevivir a un país donde el azar es más decisivo que cualquier plan.
La mecánica
Y acá empieza lo divertido. Las cartas son un desfile de sátira fina: medios como La Nación Menos o ClarinET, opinadores con nombres apenas torcidos (Pavo Gallina, Santiago del Morbo, el famoso “marido de Papita”) y alianzas que, tal como en la vida real, pueden salvarte o enterrarte. Todo está lo suficientemente maquillado para ser juego y lo suficientemente obvio como para que todos entiendan de quién se están riendo.
Los eventos aleatorios son un espectáculo aparte. Que Messi vuelva a Newell’s, que Milazzo se escape del Impenetrable, que aparezca un sobrecito salvador o una auditoría fatídica… Cada carta puede darte un impulso o dejarte colgado del travesaño.
Esa mezcla de caos y oportunidad es lo que vuelve a “Pasaron Cosas” muy argentino: nunca sabés qué te espera en la próxima ronda.
El “lawfare” también presente y determinante
Pero donde el juego muestra el verdadero pulso del país es en las causas judiciales. Te comés cinco… y chau, quedás afuera por corrupto. Sin grieta, sin debate, sin cautelar: afuera. Los jugadores suelen llegar a ese momento entre risas incómodas y peleas gratuitas.
La explicación de uno de sus creadores, en un video que publicó por redes, lo resume perfecto: “Un juego que genera de todo: estrategia, rosca política, risas y, sobre todo, mucha pelea. De verdad, mucha pelea.” Y es exactamente eso. Un invento que logra que todos se tomen la política en serio… para no tomársela tan en serio.
“Pasaron Cosas” parece no pretende educar ni moralizar: apuesta directamente a lo que somos. Un país donde cualquier charla de domingo puede transformarse en crisis institucional, donde siempre hay un opinador a mano, donde los medios soplan según cómo venga el viento y donde el azar manda más que cualquier ministro.
Que haya nacido en un emprendimiento de Munro es un detalle geográfico, aunque quizás no casual. Lo que importa es que el juego captó el espíritu argentino sin pedir permiso: la exageración justa, la ironía afilada, la velocidad de reacción y el caos como motor narrativo.

