Una insólita disputa de poder en el peronismo amenaza con replicar en la Provincia el escenario de derrota que las encuestas auguran al oficialismo porteño. El origen del revés electoral al que se exponen quienes gestionan de un lado y del otro de la General Paz, encuentra, en la encarnizada puja interna de los oficialismos, la chispa que puede desatar el temporal.
Todo ganancia para la Libertad Avanza que, sin números que lo acompañen y con la popularidad en caída libre, encuentra en peleas intestinas del pro porteño y en el peronismo provincial, una bocanada de oxígeno en medio de una crisis financiera que amenaza su propia estabilidad.
La forzada discusión sobre formalismos legales con la que espadea por estas horas el Kirchnerismo con Gobernación para la convocatoria de los comicios, es, se sabe, una pose para esconder el fondo real de la cuestión: la sumisión del otro. Una insólita disputa dirigencial que, una vez más, antepone egos personales a la representación colectiva del espacio que apuesta por la unidad para poner a la Provincia a salvo de la motosierra libertaria, que Adorni ya empieza a pasear por la Capital.
En la confrontación entre Cristina, Axel Kicillof y Sergio Massa, reina la desconfianza mutua. Cada uno desconfía del otro, y a los tres, como diría Sabina, por estas horas en Argentina, le sobran los motivos. Cristina quiere imponer a Axel su jefatura, y lo hace confrontando una costumbre histórica que nunca nadie se atrevió a objetar. Hasta ahora.
La facultad del Gobernador para establecer la fecha de la convocatoria a las elecciones siempre fue resorte del Ejecutivo provincial. Ahora, un sector del oficialismo, referenciado en la figura de la ex presidenta y titular del partido, pretende arrogarse como derecho propio esa decisión, pese a la jurisprudencia abrumadora en su contra. Todos los antecesores de Kicillof determinaron esa fecha sin intromisión legislativa.
En efecto, más allá de especulaciones sobre un eventual desdoblamiento que fueron sucediéndose a lo largo de los años y en sucesivas gestiones, siempre fue el gobernador de turno quien saldó la discusión, a tiro de decreto. Ahora, el grupo enfrentado a Axel Kicillof, pretende llevar esa disputa al recinto legislativo. Otra vez la dirigencia política anteponiendo su parte, al todo. Si Milei se jacta de acelerar en las curvas con un país adentro, la dirigencia peronista bonaerense antepone vedetismos personales al deseo de unidad que manifiestan sus representados. Todo un circo. Justamente el ámbito en el que mejor se mueve LLA, a falta de pan.
A nadie le importa las formas porque, además de que se trata de una puesta en escena, la resolución judicial que pueda surgir de alguna objeción en tribunales a la fórmula en que termine resolviéndose la discusión sobre la fecha de la convocatoria a elecciones –sobre todo si es por ley- será, seguramente, a destiempo. Y la tornará obsoleta. Deviene abstracto, como define al Poder judicial un fallo descalzado de la circunstancia que motivaron la presentación.
Tan descarnada es la interna peronista en la Provincia, disputa que celebra e incluso alimentan LLA y el PRO mientras definen una alianza, que alguna facción pejotista vería con cierto agrado una resolución judicial que, como anticipo Milei, complique una eventual candidatura de Cristina, para anotase como candidato natural por sucesión.
En eso están, y siguen tirando de la cuerda. Los muchachos se entretienen en una pelea totalmente alejada de los intereses de sus representados. La estrategia es la del apriete, pero, también, la de mostrar tolerancia para ver quien aguanta más estocadas con el fin de saciar su ego existencial de poder sobre el oponente. El que se mantiene firme en su posición, gana. Si es que no terminan rompiéndose en un racimo de candidaturas confrontadas. Demasiado premio para el mileismo.
A diferencia de Capital, en la Provincia hay un actor que sobresale y parece no estar dispuesto a ser convidado de piedra en el reparto de un eventual botín electoral que surja de la división de lugares “a salir” entre las cúpulas enfrentadas. No hay margen de un acuerdo salomónico que divida la representación en tercios, si la fórmula de salida no contiene a los intendentes.
Si las provocaciones direccionadas que sembraron en los medios se concreta, y CFK decide, finalmente, jugar en la tercera y Sergio Massa se anota también en la contienda por la primera, ¿cuánto espacio les queda a los distritos que, se sabe, tienen aspiraciones de mostrarse para 2027 y apuestan a ser protagonistas en esta elección?
Mientras disputan los referentes por arriba, un sector importante cree que la estrategia más inteligente sería invertir la búsqueda de consensos, por abajo. Alguien comparó la situación con una anécdota futbolera. La errónea decisión de Palacios a los 6’ del complementario de la final malograda contra Alemania en el mundial de Brasil, todavía sin goles, cuando paró de pecho un exquisito pase en profundidad de Marcos Rojo y optó por picar el balón ante el achique del guardametas alemán. El resultado, ya conocido –la pelota se fue por el lateral desaprovechado una oportunidad única- alumbró la frase: era por abajo, Palacios, y allanó el camino a la consagración alemana.
Como aquella vez, aunque en otro ámbito, ahora son muchas las voces que repiten la misma frase. Es con los intendentes en la mesa. El gobernador lo intentó, justo es decirlo, aprovechando el deseo desdoblador de los jefes comunales que se animaron a firmarlo, pero algunos le endilgan demasiada caballerosidad: “látigo y billetera, mata tibios”, le reprochan. ¿Quién va a militar en sus distritos listas a las que no fueron convocados?
Encima en las últimas horas el ambiente caldeado y la enemistad manifiesta entre las partes, alumbró rumores creíbles de situaciones complejas que, de ser ciertas, marcarían un punto de inflexión de no retorno entre las partes: ¿y si el cruce entre barras en La Plata después de un acto encabezado por el gobernador y el intendente platenses fue plantado?. Difícil volver a cicatrizar algunas heridas que suelen dejar las batallas, cuando son descarnadas.
En medio de la disputa, alguno recordó una particularidad que define el accionar histórico de la legislatura bonaerense: apenas una vez aprobaron el desafuero de un legislador. Tuvo que matar a balazos a otro dentro del recinto para que el cuerpo se dignara a quitarle la inmunidad. Pasaron casi 90 años de aquel hecho que no se replicó ni cuando, alguna vez mucho más cercana en el tiempo, otro legislador apuntado pidió él mismo su propio desafuero para –dijo- demostrar su inocencia en una causa que lo tuvo como imputado primero, y condenado después.
Nada que ver con los antecedentes en el Congreso de la Nación donde suelen ser más permeables a las necesidades electorales para aplicar castigos, incluso contra la inmunidad de sus pares, si garantiza alguna ventaja en las urnas. El recuerdo no es gratuito, ni forzado. Algunos encuentran en esa lógica una explicación para que se concrete la candidatura de CFK que, perseguida ahora también por el mileismo (el mismísimo presidente anunció que iría presa), dejó trascender su disposición de mudarse a una banca en la capital provincial.
Necesitados todos de una mayoría especial que habilite el tratamiento de un proyecto que deberá bajar al recinto sin dictamen, y sin número disponible por sí solos en ninguna parte. La oposición se coló en la disputa entre peronistas tratando de sacar provecho del río revuelto en la Legislatura, para ver coronado el deseo que desvela al presidente Milei: la convalidación de García Mansilla, hasta ahora integrante forzado del máximo tribunal de Justicia que podría perder ese derecho más temprano que tarde en manos del Senado nacional. El trato que propuso el titular del bloque de LLA, es al libro cerrado: ratificación del cortesano, por definición electoral en la provincia. Un toma daca pleno donde algunos, los que acuerdan, ganan.
Al fin y al cabo, la casta sigue intacta. Casualmente la fórmula del éxito mileista.