La estatua de Lionel Messi en Mar del Plata volvió a aparecer destrozada durante la madrugada del domingo, esta vez con las piernas arrancadas y el torso desprendido de la base.
La escena se repitió en la esquina de Moreno y Santa Fe de la ciudad balnearia bonaerense por excelencia, donde el homenaje impulsado por un bar local quedó una vez más tirado sobre la vereda.

El hecho, que ya tiene antecedentes de vandalización, ocurre justo en el momento en que el fútbol argentino atraviesa una de sus tensiones más fuertes en años, con la AFA en el centro de la tormenta y con Claudio “Chiqui” Tapia bajo una presión creciente.
Aunque no hay indicios de que el ataque esté vinculado directamente al conflicto institucional, la coincidencia temporal lo metió de lleno en el clima de fricción que domina al deporte argentino.
Con arbitrajes en discusión, reclamos de clubes y roces políticos inéditos, cualquier episodio alrededor del fútbol se lee hoy en clave de disputa.
Un homenaje que no encuentra paz
La estatua de Messi no es nueva en el mapa de daños: ya había sufrido ataques anteriores que dejaron brazos rotos, una mano arrancada y hasta una decapitación viral.Fue restaurada en varias oportunidades, casi siempre a pulmón, con inversión del propio bar que la impulsó en 2018.

- Tras la consagración en Qatar, el homenaje cobró nuevo impulso y las fotos se multiplicaron. Pero también crecieron los destrozos nocturnos, siempre sin culpables identificados y con un patrón similar: intervenciones rápidas, clandestinas y sin reivindicación.
Esta vez, el daño fue más severo. Los responsables del local evitaron declaraciones, en parte porque no quieren quedar atrapados en el clima político-futbolero que se adueñó de la escena pública.
El ataque ocurre en pleno choque entre el Gobierno Nacional y la AFA, con Tapia en el centro del huracán. El cruce escaló después de varios fallos arbitrales discutidos, la polémica por el título de Rosario Central y las quejas abiertas de Estudiantes de La Plata, que expresó su malestar por errores decisivos en encuentros recientes y por favoritismos evidentes.
En redes y medios, el conflicto creció como una bola de nieve: reclamos de clubes, intervención política, acusaciones cruzadas, reclamos por el VAR y análisis de cada decisión de la AFA.- La figura de Tapia quedó bajo fuego directo, mientras parte del Gobierno cuestionó la conducción de la AFA y su sistema arbitral. En ese contexto caldeado, cualquier gesto urbano que involucre a una figura futbolística se vuelve rápidamente material inflamable, aunque no exista vínculo concreto.
Un clima social que amplifica todo
La discusión excede lo deportivo. Hay sectores que leen los fallos arbitrales como parte de un entramado de poder más amplio. Otros apuntan a la falta de transparencia del sistema. La polémica por Rosario Central —campeón en escritorio— y la bronca acumulada de Estudiantes amplificaron la crisis.
La estatua de Messi, ajena a todo, terminó convertida en una especie de termómetro involuntario del clima social. No porque represente una toma de posición, sino porque aparece destruida en el momento exacto en que el fútbol argentino vive una saturación emocional. Es un símbolo querido, pero también frágil, fácil de atacar y difícil de proteger en noches de euforia, bronca o descontrol.

