La despedida fue íntima, sentida y cargada de significado. Con una carta breve pero profunda, Nacho Fernández -quien acordó su regreso a Gimnasia después de diez años- cerró oficialmente su etapa en River. No hubo conferencia ni acto formal: eligió las palabras, el tono personal y el agradecimiento sincero a través de Instagram antes de posar con la ropa del Lobo. “Me toca volver a casa”, posteó.
“Hoy toca despedirme del club que me dio más alegrías de las que me hubiese imaginado”, escribió el mediocampista, dejando en claro el peso emocional de la decisión. En el texto conviven sensaciones opuestas: la tristeza por no haber podido cerrar el ciclo como hubiese deseado, con los objetivos cumplidos, y la tranquilidad de haberlo intentado “hasta el final”. Un balance honesto de una etapa intensa.
Fernández también subrayó el valor colectivo de su paso por Núñez. Habló de una “huella imborrable” construida junto a sus compañeros, que —según sus propias palabras— quedará en la historia del club. No fue una despedida desde la frustración, sino desde el orgullo por lo compartido.
El agradecimiento ocupó un lugar central. Dirigentes, cuerpo técnico y, especialmente, la gente: “el cariño que recibí en mis dos etapas en el club… sin dudas se robaron una gran parte de mi corazón y el de mi familia”. River, para Nacho, no fue solo un equipo, sino un espacio de pertenencia. Pero esa página ya se pasó.
El cierre marcó el punto de inflexión. “Me toca volver a casa”, puso, en referencia a su regreso a Gimnasia. Un retorno cargado de simbolismo, que combina pasado, identidad y presente. River queda atrás con afecto; el Lobo, por delante, con expectativa.

