Pocos títulos tienen un peso simbólico tan grande en la historia de Estudiantes como el Metropolitano 1967. Por lo que representó para el fútbol argentino, luego de 36 años de Profesionalismo dominados por los grandes, y por marcar el inicio de una era: luego de aquella conquista el Pincha sería imparable, adueñándose de América y también del mundo.
La estadística marca que aquel título, el primero del histórico paso de Osvaldo Zubeldía por la institución, se consiguió el sábado 6 de agosto con un soberbio 3-0 sobre Racing. Sin embargo buena parte de la génesis de aquella estrella tuvo lugar en la fría noche del miércoles 3, cuando contra todo pronóstico el León remontó un partido increíble para avanzar a la Final.
Aquella temporada 1967 estuvo marcada por la reestructuración al fútbol argentino. Por primera vez el fútbol argentino de primer nivel contaría con dos torneos durante el año calendario. Primero el “tradicional”, denominado Metropolitano y dividido en dos zonas, y luego el Nacional, incorporando por primera vez a los clubes del interior.
Desde el vamos el equipo del Zorro dejó en claro que sería protagonista. En base a una férrea defensa y un orden táctico encomiable, se mantuvo siempre entre los primeros de su zona. El boleto definitivo lo consiguió en la última de las 22 fechas de la fase de grupos, al vencer 3-0 a Gimnasia para avanzar en el segundo puesto, relegando a Vélez y Boca.
Curiosamente en la otra zona también hubo un equipo de los denominados chicos que dio la nota y se convirtió en revelación. Y ese fue Platense, que de la mano de Ángel Labruna desplegó un gran juego en todas las canchas, fue el equipo más goleador con 40 gritos y ganó su zona desplazando nada menos que a Independiente al segundo lugar.

Un Estudiantes vs. Platense histórico
Aquel 3 de agosto pincharratas y calamares se vieron las caras en la cancha de Boca como escenario neutral. En la previa las fuertes lluvias generaron dudas en torno a la realización del partido, que durante un buen rato coqueteó con la suspensión. Sin embargo pudo jugarse y al día de hoy ocupa un lugar especial en la memoria del hincha de Estudiantes.
El León fue el primero en golpear, ya que iban solo cinco minutos de partido cuando Marcos Conigliaro, de cabeza tras un centro de Raúl Madero desde la derecha, consiguió inflar la red de gol. La respuesta del Marrón, sin embargo, no tardó mucho en llegar: a los 24 Fernando Lavezzi superó en velocidad a Carlos Pachamé y definió con mucha clase para poner el 1-1.
El partido, que era sumamente parejo, pareció romperse en un minuto 33 que resultó fatídico para el Pincha. Primero Alberto Poletti falló al descolgar un centro y Carlos Bulla lo aprovechó para poner el 2-1. Inmediatamente después, Enry Barale, capitán del equipo, debió dejar el campo con una lesión ligamentaria que le condicionaría la carrera. Por entonces no había cambios, por lo que el equipo debía jugar más de 50 minutos con un hombre menos.
El fútbol está lleno de mitos y uno de ellas tiene que ver con ese partido. Se dice que, en el entretiempo y camino al túnel, Labruna juntó a sus muchachos y les dijo: “Ahora me juegan livianito. Mañana hacemos baños turcos, nos relajamos y el sábado somos campeones”. De arranque en el ST, Bulla conectó al gol un centro desde la derecha y sentenció un 3-1 que parecía terminar de sepultar a Estudiantes.

La reacción que marcó un antes y un después
Con diez futbolistas y con dos goles de desventaja en el marcador, la sensación de partido liquidado era ineludible. Sin embargo aquel plantel de Estudiantes, quizás por primera vez, sacó a relucir ese amor propio que sería tan característico en los años y en los títulos que estaban por venir, para lograr lo impensado.
Una jugada fue clave. Casi de inmediato después del 3-1 Platense tuvo la chance de anotar el cuarto. Fue a través del propio Bulla quien remató al arco y superó la resistencia de Poletti. Sin embargo, cuando ya se aprestaba a festejar, Carlos Pachamé logró un heroico despeje sobre la línea, golpeándose contra el poste como producto de tamaño esfuerzo.
“En ese momento, sentí que no habíamos muerto y que podíamos recuperarnos”, reconoció años más tarde Carlos Bilardo en sus memorias. Y vaya si lo hicieron. A los 8 Juan Ramón Verón descontó de palomita y sobre los 14 llegó, probablemente, el mejor gol del Doctor: poco habituado a convertir en su etapa en el Pincha, tomó la lanza y sobre el borde del área grande amagó a pegarle de derecha para sacar un furioso remate de zurda que se clavó bien arriba.
En pocos minutos el equipo de Zubeldía pasó de la chance del 1-4 a un 3-3 imposible de vaticinar. Platense sintió el golpe y solo tres minutos más tarde, Juan Carlos Hurt descolgó un centro, Bilardo se acercó y le dijo algo que todos vieron pero nadie escuchó. El arquero cayó en la trampa: le pegó un puntapié y como la pelota estaba en juego el árbitro no dudó en cobrar penal.
Raúl Madero se adueñó de la pelota, cambió penal por gol y desató el delirio de todos los hinchas albirrojos, que minutos atrás parecían derrotados. Todavía quedaba casi media hora de juego, pero después del envión anímico de una remontada sin precedentes, Estudiantes hizo lo que mejor sabía hacer: se cerró atrás, dejó a su rival sin espacios y le tejió una telaraña de la que nunca pudo salir. 4-3 y a la Final. El resto es historia.

FICHA DEL PARTIDO
Estudiantes (4): Alberto Poletti; Oscar Malbernat, Ramón Aguirre Suárez, Carlos Pachamé y Enry Barale; Carlos Bilardo, Raúl Madero y Juan Echecopar; Rubén Bedogni, Marcos Conigliaro y Juan Ramón Verón. DT: Osvaldo Zubeldía.
Platense (3): Juan Carlos Hurt; Domingo Aranda, Leonardo Mansueto, Jorge Recio y Juan Carlos Murúa; Gualberto Mugione, Néstor Togneri y Néstor Subiat; Fernando Lavezzi, Carlos Bulla y Luis Medina. DT: Ángel Laburna.
Goles: PT: 7’ Conigliaro (E), 24’ Lavezzi (P) y 33’ Bulla (P). ST: 2’ Bulla (P), 9’ Verón (E), 15’ Bilardo (E) y 18’ Madero (E).
Incidencias: PT: 34’ se retiró Barale (E), lesionado.
Cancha: Boca.
Árbitro: Ángel Coerezza.


