“Conozco el country, la pensión de calle 7, los chicos que pasaron. He compartido momentos con los campeones del mundo, con los de América y más no puedo pedir”. Aunque nació en General Roca, para Gastón Gil Romero su hogar futbolero nunca dejará de estar a 34°52′ al Sur del Ecuador y a 58°03’ del meridiano Greenwich.
Ahí se formó el mediocampista de 31 abriles que puntea el torneo de Chile con Audax Italiano, en City Bell. Y creció hasta ser algo más que una promesa de Estudiantes, alcanzando la capitanía por decisión de un prócer como Juan Sebastián Verón.
El mismo Gil Romero que actualmente milita en el fútbol del otro lado de los Andes, una de las tantas escalas que tuvo su carrera luego de irse del Pincha, supo ser una de las revelaciones del torneo doméstico argentino. Por carácter y templanza, en 2012 el rionegrino tuvo su primera oportunidad en la élite, haciendo su estreno por Copa Argentina frente a Deportivo Merlo.
Fue premio, aquel debut, del esfuerzo que representó vivir a 1.200 kilómetros de su ciudad natal. Y a las millas recorridas en las canchas del país con otros ilustres de la cantera como Guido Carrillo, Leo Jara, Gerónimo Rulli o el Tucu Correa, con quienes compartió Inferiores y Reserva. Con quienes pudo continuar un tiempo más en Estudiantes, llegando -Gastón- a ser capitán del primer equipo por decisión de los referentes de aquel tiempo: la Brujita y Leandro Desábato.
“El día que me dijeron que iba a ser capitán en el vestuario de All Boys, los nervios eran tremendos. Fue un orgullo. Cuando teníamos que dar la arenga antes del partido los miré al Chavo y a Sebastián como diciéndoles que hablaran ellos, y la Bruja me dijo: ‘Dale Gastón, tenes que hablar’. Me trabé un poco pero por suerte las cosas salieron bien”, relataba Gil Romero en el sitio de Estudiantes.
Cuando lo quiso River y qué pasó después
Aquellas declaraciones se dieron en el pico del rendimiento de Gil Romero. Pocos meses antes, el centrocampista había estado en el radar de River: vendido Matías Kranevitter al Atlético Madrid, Marcelo Gallardo había pedido por Gastón para sumarse al plantel.
“Está avanzado”, reconocía el propio Verón en diciembre de 2015. No obstante, la operación se terminó cayendo. Y la carrera del volante entró en una meseta tendiente al declive.
Luego de la transferencia frustrada, Gil Romero continuó sus pasos en Rosario Central: fue cedido con opción al equipo que dirigía Eduardo Coudet. Pero diez partidos después -seis apenas como titular- el préstamo se interrumpió y debió regresar a ELP transitoriamente. Defensa y Justicia iba a ser, a fin de cuentas, su siguiente escala.
Sin embargo, una pubalgia detectada en la revisión médica frustró su pase a Varela y que se trataría a través de una cirugía en noviembre de 2016. Sí: un año después de estar en los planes del Muñeco para reforzar a su multicampeón River, Gil Romero vivía una situación completamente distinta.
Gastón entendió, entonces, que era momento de un cambio de aire. Y Ecuador apareció como un destino potencialmente ideal para relanzar su carrera. Y entonces partió a la Universidad Católica, donde permaneció un año.
De ese modo, Gil Romero inició un derrotero que incluyó a Belgrano, Patronato, Aldosivi y -tras quedar con el pase en su poder- se sumó a Atlético Tucumán. Más tarde cruzaría la frontera y se incorporaría a Guaraní de Paraguay. Pero ni ahí, ni en Independiente Rivadavia llegó a ser aquel volante que alguna vez había encandilado a los grandes de la Argentina.
Desde 2024, su lugar en el mundo del fútbol es Audax Italiano: ya sumó 20 partidos, alternando entre titularidades y suplencias. Y aspira a poder lograr, allí, un título: pelea la punta la Primera División de Chile con 26 puntos al igual que Coquimbo. Sueña con ganar el campeonato, bordarse su primera estrella. Para que todo ese camino de vaivenes haya tenido, a fin de cuentas, un premio mayor.