Mientras que ayer, domingo 11 de mayo, miles de publicaciones colmaron las redes sociales celebrando el Día de la Madre en buena parte del mundo, Argentina se mantuvo, como cada año, como una ‘rara avis’ en el calendario global.
¿Por qué no nos alineamos con la costumbre internacional, siendo que en casi todo lo demás corremos a sincronizarnos con Estados Unidos sin hacer demasiadas preguntas?
La respuesta está en una curiosa batalla simbólica entre raíces religiosas y adaptaciones culturales importadas: la celebración del Día de la Madre en octubre representa
CASI TODOS YA CEDIERON
En la mayoría de los países, incluyendo Estados Unidos, Chile, Colombia, Ecuador, Perú y gran parte de Europa, el Día de la Madre se celebra el segundo domingo de mayo.
Esta fecha tiene origen en una campaña liderada por la activista norteamericana Anna Jarvis a comienzos del siglo XX, que buscaba homenajear a su madre y al rol femenino como pilar social.
El presidente estadounidense Woodrow Wilson oficializó la celebración en 1914, transformándola rápidamente en una cita popular… y altamente rentable, casi un producto de exportación “made in USA”.
En contraste, Argentina celebra el Día de la Madre el tercer domingo de octubre, una decisión que no responde a estrategias de marketing sino a una raíz religiosa.
El origen remonta al calendario litúrgico católico, donde el 11 de octubre se conmemoraba la “Divina Maternidad de María”, dogma proclamado por el Concilio de Éfeso en el año 431. Cuando el Vaticano reformó el calendario y desplazó esa fecha, en nuestro país decidieron sostener la conmemoración cerca de esa jornada, fijándola en el tercer domingo de octubre.
Lo llamativo es que, en un país que muchas veces adopta sin chistar modas, símbolos, feriados y discursos importados del Norte global —desde Halloween hasta el Black Friday—, el Día de la Madre se mantenga firme en su fecha original.
En este gesto aparentemente menor se esconde (quizás) una especie de resistencia cultural, de apego a una tradición más espiritual, menos impuesta, menos moldeada por la lógica del mercado.
¿Empecinados o ‘con personalidad’?
Mientras que otras naciones latinoamericanas fueron abandonando sus propias costumbres para plegarse a la agenda estadounidense, Argentina sigue rindiendo tributo a María, más que a Victoria Secret.
Es probablemente una excepción que confirma la regla: aunque muchas veces parezca que corremos a aplaudir lo que venga de Washington sin filtro, hay pequeños rincones donde la identidad, la fe y la historia le ganan la pulseada a la obediencia automática.
En tiempos donde los algoritmos globales marcan hasta a quién y cuándo deberíamos querer, en Argentina (aún) nos damos el lujo de regalar flores a las mamás… pero en octubre. Aunque más no sea por tradición, por mística, o simplemente por no hacer lo que todos los demás hacen.