La muerte de José “Pepe” Mujica, ex presidente de Uruguay y símbolo regional de la austeridad y el compromiso social, desató una ola de homenajes que atravesó fronteras. Desde dirigentes de izquierda hasta políticos de centro, la figura de Mujica fue despedida con respeto por su historia de lucha, dignidad y defensa de los más humildes.
Pero no todos los mensajes se tiñeron de condolencia. En el subsuelo digital de la política argentina, donde florecen los discursos más oscuros, el infame “Gordo Dan” (Daniel Parisini) celebró en su canal de streaming la muerte del exmandatario con un lapidario y miserable “Uno menos”.
LA DERECHA, ETERNAMENTE VIOLENTA
Dan, conductor del espacio “La Misa” dentro del streaming “Carajo” —una suerte de cloaca audiovisual al servicio del oficialismo—, forma parte del entorno comunicacional libertario más explícito, ese que no disimula ni el odio ni el desprecio por los valores democráticos.
Lo acompañan, a veces literalmente en cámara, personajes que en nombre de la “libertad” justifican la desigualdad, la represión y la destrucción del tejido social. Su festejo de la muerte de Mujica fue acompañado por aplausos, sonrisas y brindis. Uno de los presentes, sin rubor, llegó a decir: “Reventá en el infierno, viejo puto con sida”. Ni una sola palabra de repudio de parte del resto de los allí presentes. Sólo carcajadas.
Esta muestra de bajeza no es un exabrupto aislado. Es parte de una estrategia: la del odio como forma de construcción política. Dan no es un marginal, es un engranaje funcional de un sistema de propaganda. Lo apadrinan y lo alimentan ideólogos como Santiago Caputo —el verdadero arquitecto del mensaje libertario—, y lo avalan con silencios o retuits voceros (y candidato) como el platense devenido en porteño, Manuel Adorni.
Incluso el propio presidente Javier Milei, que aún no se dignó a emitir una sola palabra sobre Mujica, pero sí tiene tiempo para compartir memes y videos de su tropa digital.
FESTEJAN LA MUERTE, ROTOS POR DENTRO
Lo que se vio en esa transmisión y lo que se leyó en las redes sociales no es más que el resultado de un experimento político con raíces peligrosas. La celebración de la muerte, el insulto homofóbico, el desprecio por la memoria y la reivindicación de la violencia como método son ecos de una Argentina que ya sufrió demasiado.
Este libertarismo de TikTok y Twitch, disfrazado de rebeldía antisistema, comparte la misma sangre ideológica que la Triple A y que la dictadura cívico militar de los años 70. El mismo odio rancio a la izquierda, al colectivismo, a la solidaridad. La misma necesidad de exterminar al que piensa diferente.
Hoy no tiran cuerpos al río, pero sí destilan veneno a diario, con cámaras, micrófonos y fondos estatales encubiertos por el secreto (y los fondos reservados de la SIDE).
Lo hacen por likes, por pauta secreta, por poder. Mientras tanto, desde la Casa Rosada, se les deja hacer. El silencio de Milei no es inocente: es complicidad. El presidente que se llena la boca hablando de la “batalla cultural” permite —y celebra— que sus voceros más oscuros digan lo que él no se anima.
Festejar la muerte de un viejo luchador como Mujica no los hace valientes ni provocadores. Los expone como lo que son: herederos ideológicos de los que sembraron terror, esta vez con aros de luz de streamers, y micrófonos USB.