La renovación del swap con China por parte del gobierno de Javier Milei encendió las alarmas en Washington. El exenviado especial de Estados Unidos para América Latina y expresidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Mauricio Claver-Carone, fue tajante: “Mientras tenga el país el swap, está amarrado a China y depende de ese swap para poder mantenerse económicamente. Entonces, Argentina no es libre”. Las declaraciones, realizadas en el cierre de su mandato como funcionario, reflejan una creciente presión geopolítica sobre la Casa Rosada, en un momento en que el país busca estabilizarse financieramente con un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Claver-Carone no solo apuntó contra el vínculo financiero con China, sino también contra el propio programa con el FMI, que, a su entender, debería haber tenido otro enfoque. “Creo, francamente, si se hubiese pagado de antemano, el programa del Fondo podría haber sido hasta más robusto. Pero lo hecho está hecho”, expresó en diálogo con Infobae, al tiempo que consideró que el entendimiento actual “tiene una gran oportunidad”. Pese a sus críticas, el funcionario se mostró diplomático al manifestar: “Le deseo éxito al presidente Milei”.
El exfuncionario de la administración Trump también expuso el malestar de Washington con la decisión del gobierno argentino de renovar la línea de crédito en yuanes: “Obviamente va a tener que atender el tema, ¿no? Porque al fin y al cabo estuvimos hablando anteriormente de apalancamiento. Y el mayor apalancamiento que el gobierno de China tiene sobre Argentina, es el swap”. Sus palabras dejan entrever que, detrás del apoyo estadounidense a Milei, persisten exigencias vinculadas al alineamiento geopolítico del país.

Este tipo de presiones no son nuevas. Ya en abril, Claver-Carone había alertado en declaraciones al medio uruguayo El Observador: “Queremos asegurarnos de que ningún acuerdo con el Fondo Monetario termine prolongando esa línea de crédito o ese swap que tienen con China. Si hacemos eso nos estamos tirando un tiro en el pie”. En esa oportunidad, fue incluso más directo al considerar que el financiamiento chino es un “mecanismo extorsivo” y que, mientras se mantenga vigente, “China va a poder extorsionar”.
Respuesta de la embajada
Sin embargo, la respuesta no tardó en llegar. Desde la Embajada de China en la Argentina, se pronunciaron a través de la red social X (exTwitter): “Instamos a ciertos políticos estadounidenses a dejar de atacar y difamar la cooperación financiera normal entre China y Argentina, y dejar de obligar a Argentina a tomar partido entre China y EE.UU. El mundo ya no es el de hace un siglo y nadie tiene el poder para obligar a otros países a tomar partido”. La reacción deja claro que, lejos de retirarse de la región, el gigante asiático está dispuesto a confrontar discursivamente con Washington para mantener su presencia.
Las tensiones reflejan una paradoja para el presidente argentino. Durante su campaña, Javier Milei tildó de “comunistas” a los gobiernos de China y Brasil, y aseguró que no mantendría relaciones con ellos. Sin embargo, ya en el poder, se ha visto obligado a sostener los vínculos comerciales y financieros con ambas naciones. Particularmente, la renovación del swap con China, que representa un colchón clave para las reservas del Banco Central, ha sido interpretada por algunos analistas como una señal de pragmatismo, pero también como una muestra de dependencia.
Mientras tanto, desde Washington no hay señales de que la simpatía ideológica de Milei alcance para obtener beneficios comerciales sustanciales. Pese a los gestos hacia la administración republicana —y sus permanentes elogios a Donald Trump—, Argentina no ha recibido aranceles preferenciales ni un trato distinto del que tienen otros países latinoamericanos que, incluso, mantienen posturas críticas hacia Estados Unidos.
En este complejo tablero internacional, la Casa Rosada se encuentra en una encrucijada: mantener relaciones económicas con China, vitales para la estabilidad financiera a corto plazo, o plegarse a las exigencias de Estados Unidos, cuyo respaldo político y financiero también resulta estratégico. Entre la retórica ideológica y las necesidades económicas, Milei navega aguas cada vez más agitadas.

