Todo empezó en febrero en Los Ángeles. Javier Milei, con su estilo desbordante y la motosierra siempre lista para el show, estaba en el Milken Institute Global Conference, cuando decidió regalarle a Elon Musk una réplica del símbolo que había hecho famoso en su campaña: la motosierra del ajuste.
El intercambio entre Milei y Musk se difundió rápidamente en los canales gubernamentales de Estados Unidos y también de nuestro país. Primero aparecieron imágenes, luego un video. Acompañado por la canción “Bad to the Bone” de George Thorogood & The Destroyers, Milei entró con paso decidido, junto a su inseparable hermana Karina, y vociferô: “Tengo un regalo para vos”, revelando una elegante caja negra con una reluciente motosierra en su interior.
Milei veía a Musk como un aliado en su lucha contra la burocracia. Afirma que DOGE (el aparato estatal de recortes presupuestarios, que lideraba el multimillonario, se inspiró en su propio Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, dirigido por Federico Sturzenegger.
En el vídeo, al CEO de Tesla y SpaceX se lo ve encantado con su regalo, pregunta “¿Funciona?” y lo blande, mientras su hija juega a pocos metros de distancia.
A Musk le gustó tanto que incluso lo llevó al escenario durante su aparición en esa Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), y Milei recreó su presentación del regalo ante una multitud que lo vitoreaba.
Para Milei, el momento fue oro puro. Para Musk, en cambio, terminó siendo un dolorosísimo búmerang.
Hoy, mientras en Estados Unidos se calienta el debate sobre el techo de deuda (de ellos) y el riesgo de default federal (también de ellos), Musk escribió en su cuenta de X (Twitter):
“Llegar al techo de la deuda es la única manera de obligar al gobierno a recortar despilfarro y fraude. ¡Para eso existe la legislación sobre el techo de la deuda!”
Pero un usuario le salió al cruce, recordándole aquella escena con la motosierra:
“Quizá no tendrías que haber subido al escenario con la motosierra y actuar como un tonto. Quizá habrías logrado más si no te hubieras preocupado tanto por lucir cool.”
Musk, lejos de reírse o ningunearlo, sorprendió con autocrítica:
“Buen punto. Milei me dio la motosierra entre bastidores y la usé, pero, en retrospectiva, faltó empatía.”
Fue ahí cuando otro usuario intervino, intentando consolarlo:
“Fue un punto de quiebre, hermano. Te sigo queriendo y todo lo que hacés, pero tenemos que estar unidos. Los globalistas usaron ese momento como táctica de miedo para dividirnos.”
La escena, que había quedado en el archivo de los virales políticos, revivió con la confesión de Musk. No sólo por su peso simbólico —una motosierra siempre dice más que mil discursos— sino porque su arrepentimiento deja expuesto lo que muchos pensaron en silencio: que aquel show fue más ruido que política, y que en el mundo corporativo “creer que lucís canchero” a veces puede costar caro.
¿Y Milei? El presidente aún no dijo nada públicamente tras la retractación de Musk. Pero, conociendo su estilo, es probable que no vea la menor razón para arrepentirse. Después de todo, en su libreto, la motosierra sigue siendo bandera de batalla. Aunque, quizá, Musk hoy piense que —al menos en su caso— hubiera sido mejor dejarla guardada en el camarín.