Donald Trump volvió a dar la nota en el escenario global. Su discurso ante la Asamblea General de la ONU de este martes se convirtió en un compendio de momentos incómodos que ya circulan por la prensa estadounidense y mundial como piezas de colección.
Y es que, entre frases incoherentes y delirios de grandeza, el presidente de “la potencia más potencia entre las potencias” desfiló por todos sus fantasmas favoritos: desde conspiraciones porque se detuvieron las escaleras mecánicas justo cuando el subía hasta vacas condenadas por el “wokismo”.
Teleprompter rebelde y escalera mecánica traicionera
La función empezó mal: Trump se peleó con el teleprompter, ese aparato que proyecta el texto del discurso para que el orador lo lea sin mirar papeles. “No está funcionando. Y quien lo maneja va a tener problemas”, disparó, como si el operador fuera parte de una conspiración mundial. A algunos argentinos les recordó al momento de “los tosedores” que acosaban a Milei en campaña presidencial.
Después, relató su traumática experiencia con la escalera mecánica en la sede de la ONU que “se detuvo en el medio”. Según él, la primera dama, Melania, se salvó de un papelón gracias a que “está en gran forma física”.
El balance, para Trump, es claro: de la ONU sólo recibió un teleprompter defectuoso y una escalera mecánica vengativa.
Nobel casero, migración y el “terrible” alcalde de Londres
Con tono de autonominación, aseguró que debería recibir el Nobel de la Paz por “haber terminado siete guerras” (sic) y ser un gran negociador. Sin que nadie lo aplaudiera por ese acto de proselitismo personalísimo, pasó a uno de sus clásicos: la migración.
“Sus países se están arruinando. Están yendo al infierno”, gritó a los líderes presentes, como desafiándolos a que obliguen a su población a no migrar. Algo similar a lo que hace cuando paga publicidades en canales argentinos como TN, para asustar a quienes quieran viajar para quedarse en Estados Unidos, y amenazar con que van abir presos si lo hacen.
Para condimentar, insultó al alcalde de Londres, a quien calificó como “terrible, terrible”, acusando a la capital británica de haberse convertido en un paraíso de la “ley Sharia”, es decir señalando al Reino Unido como una sucursal islámica. Diplomacia marca Trump.
Energías limpias, vacas en peligro y sombreros mágicos
El capítulo ecológico fue un stand up involuntario. Las energías renovables son, según él, “una estafa que no funciona” y llevarán a la ruina a países que insistan con ellas.
Peor todavía, denunció que los ambientalistas “quieren cerrar las fábricas y matar a todas las vacas”.
Luego sacó a relucir su mejor argumento científico: su gorra de campaña fue récord de ventas, y por lo tanto eso significa que “Trump siempre tuvo razón en todo”. El merchandising como prueba irrefutable de su ostentosa infalibilidad.
Aire “amorfo” y cristianismo perseguido
Cuando parecía que no había más, llegó la meteorología creativa. Explicó que el aire “no sube en línea recta, tiene una forma amorfa” y que, como el aire chino es “un poco áspero”, de nada sirve lo que hagan otros países en materia ambiental.
El broche final fue su defensa de la libertad de expresión y la religión, asegurando que la más perseguida en el planeta es el cristianismo.
El saldo del paso de Trump por la ONU no fue diplomacia ni propuestas, sino un festival de frases que ya compiten por ser memes.
El discurso de Menem “de cohetes a la estratosfera que llegan a Japón en minutos” pareció un estudio profundo y científico de la Universidad de Massachusetts al lado del “speech” de ayer de Donaldo.