La historia del fútbol argentino está repleta de nombres que dejaron su huella, incluso con varios exponentes entre los mejores de la historia. Lionel Messi y Diego Maradona. Por qué no Alfredo Di Stéfano. Sin embargo hay otra leyenda, mucho menos conocida, que hizo algo que ninguno de ellos tres pudo.
Se trata de Carlos Martín Volante, quien con su apellido de manera involuntaria renombró a los mediocampistas. Sí, los volantes, como los conocemos hoy, tienen su origen en la recta final de la increíble carrera que supo construir. Y ese capítulo en particular tiene un vínculo ineludible con el rival que hoy enfrentará Estudiantes.
La última etapa de su recorrido como futbolista, y la más exitosa, lo vio defendiendo la camiseta del Flamengo, un club en el que se constituyó como un pilar fundamental en la consecución de varios títulos. Allí dominó el centro del campo como nadie, en tiempos en los que su puesto era llamado “centre-half”.
“Jugá como Volante”, fue una frase que comenzó a circular por todo Brasil en esos tiempos. No está claro si la cita correspondió al técnico del Mengao, a un DT rival o bien a un periodista, pero la historia marca que luego se extendió por toda Sudamérica y ese sustantivo propio se inmortalizó como un sinónimo del puesto.
Los primeros pasos: su carrera en Argentina
Nacido el 11 de noviembre de 1905 en la localidad de Lanús, comenzó a dar sus primeros pasos en el fútbol en el club Argentino de dicha ciudad. En 1923 se sumó a Lanús, en donde permanecería hasta 1926 y disputaría 11 partidos. A mediados de ese año pasaría a General San Martín, en donde sumaría 3 PJ más.
Su explosión, sin embargo, se daría con la camiseta de Platense: entre 1927 y 1930 jugaría nada menos que 97 encuentros (con 6 goles), siendo protagonista de un Calamar que peleó arriba. A fines de ese año se sumó circunstancialmente a Vélez y algunas fuentes también señalan que representó a San Lorenzo.
A comienzos de 1931 Napoli de Italia se interesó en José María Minella, por entonces en Gimnasia, pero este les dijo que no y recomendó a su colega del Calamar. Con una oferta exorbitante, se iría a mitad de año. Antes, en esa temporada de 1931 que marcó el inicio del Profesionalismo, sumaría 4 PJ con Excursionistas en la liga amateur.
De su desembarco en Europa a la Segunda Guerra Mundial
La temporada 1931/32 fue la primera que disputó en Europa y le fue bien. Supo ser un habitual titular en el equipo napolitano, sumando 25 PJ. Sin embargo para la temporada siguiente cambió de equipo, pasando a jugar en el ascenso con Livorno. En ese equipo jugaría 33 de 34 partidos y lograría el ascenso.
Su buen desempeño le valió el interés del Torino, en donde disputó 16 PJ en la temporada 1933/34 de la Serie A. A mediados de 1934, sin embargo, la situación política global comenzó a incidir en sus decisiones y lo obligó a cambiar de liga. ¿Por qué? Porque Benito Mussolini convocó a los hijos de italianos residentes en el país a sumarse a las milicias.
Así fue que la temporada 1934/35 recaló en la liga de Francia, en donde vistió la camiseta del Rennes en 22 PJ (1 gol). Luego jugó un año en el Olympique Lillois (24 PJ y 1 gol), precursor del Lille actual, y también una temporada en el Cercle Athlétique de Paris en la segunda división. A mediados de 1938 la inminencia de la guerra lo obligó a un cambio drástico.
Su llegada a Brasil y la idolatría en Flamengo
El clima caldeado que se vivía en Europa lo llevó a buscar una salida. Así fue que, durante la Copa del Mundo que se llevó a cabo en Francia ese año, se sumó a la delegación de Brasil, el único seleccionado sudamericano presente en el Mundial. Los relatos de la época señalan ocupó el rol de masajista y una vez que terminó el certamen viajó hacia Sudamérica.
Una vez en suelo brasileño se sumó a las filas de Flamengo, en donde permanecería hasta 1944 y construiría una carrera notable. En épocas en las que no existía el Brasileirao, fue un baluarte de un equipo del Fla que consiguió conquistar el Campeonato Carioca en cuatro ocasiones, tres de ellas consecutivas: 1939, 1942, 1943 y 1944.
A los 34 años y luego de 164 partidos y 4 goles en el club finalmente decidió colgar los botines. Luego volvió brevemente a Argentina para iniciar en Lanús su carrera como DT, pero rápidamente volvería a Brasil. Allí conquistaría en ese rol 17 títulos con Bahía, incluido el primer campeonato brasileño en 1959 desde su reinstauración definitiva.