“En un principio cuando nosotras empezamos, la mirada era que queríamos drogar a nuestros hijos y poder ir contra eso y mostrar que lo que en realidad buscábamos era aliviar y mejorar no fue fácil”, narra Claudia Pérez de la Organización sin fines de lucro Madres Cultivadoras Argentinas en diálogo con Infocielo tras la confirmación de la despenalización del uso medicinal del cannabis por parte de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
“Yo soy mamá de un hoy ya adulto con diversidad funcional. Él llegó a esta vida con una parálisis cerebral, que le provocó convulsiones. Después con el tiempo hicimos un segundo diagnostico, que es síndrome de asperger, éste lo que le genera son trastornos de ansiedad, de sueño, dificultades en la interacción”, explica Claudia Pérez, una de las primeras mamás que investigó y probó el uso medicinal del cannabis para sanar la enfermedad de su hijo.
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Pérez recuerda el duro camino transcurrido junto a su hijo y cómo, por suerte, se encontraron con varios legisladores y legisladoras que sí las escucharon y “tuvieron un poco de empatía”, dice. Y es que tras la nueva resolución, ahora se pueden adquirir a cuatros variedades de semillas de manera legal y plantines y esquejes, algo que las Madres Cultivadoras estaban esperando y creen que le estaba faltando a la legislación.
La ley actual es la N° 27.350, que establece el marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso medicinal, terapéutico y/o paliativo del dolor de la planta de cannabis y sus derivados. Luego de años de luchas y de pedidos de regularizar la actividad de cultivo que las mamás ya estaban realizando, se creó el REPROCANN, un registro que ampara ante la ley a las personas que están anotadas.
¿Cómo fue el proceso de probar el cannabis medicinal?
El hijo de Claudia sufría de convulsiones y empezó a tomar medicación a los 8 años. Su familia lo vivió con mucho dolor porque no les gustaba la idea de darle sustancias químicas, lo sentían antinatural, pero, de alguna manera, se vieron obligados a hacerlo: “En ese momento desconocíamos del cannabis y de sus propiedades. Transitamos los años con medicación, con efectos adversos, con caída de cabello, con aftas en la boca, con granitos de pus en los orificios de la nariz, con cambios de humor, con periodos en los que estaba como ausente porque había que subirle las medicaciones y más o menos a los 23 años nos encontramos con un momento donde o teníamos que subirle la medicación o cambiar a otra droga para cambiar a efectos positivos”, explica.
Claudia Pérez cuenta que las madres frecuentan los mismos pasillos, las mismas salas de espera y que fue allí donde una mamá le contó que habían entrado a un programa de cannabis medicinal: “Me lo dijo en el oído muy secretamente, bajito”, recuerda. Junto con su marido comenzaron a investigar y vieron que podía mejorar el ciclo de sueño de su hijo y que podía ayudarlo a regular los niveles de ansiedad y decidieron probar.
“Nos daba cosa, porque en ese momento la mayoría de las mamás buscaban aliviar síntomas severos y nosotros queríamos que nuestro hijo durmiera mejor, nos parecía mucho riesgo para aliviar un síntoma tan leve, pero era ganar en calidad de vida, así que ahí fuimos”, relata.
Inspiradas en sus compañeras chilenas, que iniciaron esta lucha años antes, cuenta Pérez, comenzaron a juntarse: “Cuando una se encuentra con la palabra de otro par no necesita casi otra información que esa, con eso alcanza para tomar el mismo camino”, explica. De esa manera, empezaron a cultivar y en paralelo hicieron su primer aceite. Claudia dice que lo recuerda como el día de la independencia: “Lo probamos y esa noche durmió como nunca había dormido en 23 años”.
A medida que pasaron los días, las crisis de ansiedad de su hijo eran más leves: “Lo veíamos más conectado y con el correr de los meses le empezamos a bajar la medicación, ahí nos dimos cuenta de que teníamos un hijo adicto a la medicación”, detalla: “Fue un cambio familiar tremendo en su salud y en la nuestra, en la tranquilidad que nosotros ganamos”, detalla Claudia.
“A los 9 meses, más o menos, con una reducción de la medicación, repetimos estudios para ver cómo estaban sus convulsiones y directamente no estaban”, dice Claudia Pérez, quien agrega: “Seguíamos teniendo un hijo con diversidad porque la marihuana no cura, pero alivia y mejora”.
Pérez recuerda los años de investigación: articuladas con la universidad, en ese momento medían extractos, comprobaban los efectos en los chicos y se volvían expertas. “Ninguna de nosotras volvió a ser la misma que era”, dice.
En relación a la importancia de la difusión de los efectos del cannabis medicinal en chicos con diversidad funcional, Claudia dice: “Cuando vos encontrás algo que te alivia y mejora y cuando vos transitás pasillos y escuchás a todas las mamás con tanto dolor, con tanta incomprensión porque la discapacidad es difícil, lo que mas querés hacer es aliviar a todo el mundo, así que inmediatamente salimos a transmitir esto”.
“Esto surge como una necesidad de aliviar la sintomatología de nuestros hijos, pero había toda una comunidad que estaba necesitando poder aliviar un montón de otras dolencias también”, sostiene Claudia, quien representa la lucha que les permitió que hoy en día puedan tener sus cultivos en casa.
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