Luego de un extenso debate, la Cámara de Diputados dio media sanción al proyecto de ley que propone modificar el huso horario en Argentina. La iniciativa abre un fuerte debate: ¿qué cambiaría en la vida diaria de los argentinos si se aprueba esta medida?
Desde el punto de vista geográfico, la mayor parte del territorio nacional debería regirse por el meridiano de 60 grados oeste, correspondiente al huso UTC-4, donde el sol alcanza su punto más alto cerca del mediodía. Sin embargo, el país se mantiene en UTC-3, un “capricho histórico” que se arrastra desde 1970, cuando se abandonó la alternancia estacional y quedó fijo el horario adelantado. De hecho, ninguna región de Argentina se encuentra dentro del huso UTC-3.
El proyecto también establece que el Gobierno Nacional invite a los países del Mercosur a coordinar las fechas de modificación horaria, con el objetivo de facilitar el comercio y el transporte. Además, obliga al Poder Ejecutivo a realizar estudios periódicos para evaluar el impacto de la medida.
La especialista en holística Paula Martín (Alma de León) advirtió sobre las consecuencias de un eventual cambio:
“El cambio de huso horario puede tener un impacto significativo en nuestras vidas, sumando aún más estrés emocional y físico”.
“Muchas veces modificar nuestra rutina provoca ansiedad, irritabilidad y somnolencia, lo que trae aparejada la disminución del rendimiento intelectual y cansancio acumulado”, aseguró Martín.
¿Cuándo habría que cambiar los relojes?
De acuerdo al texto aprobado, si la ley obtiene sanción definitiva, los argentinos deberán atrasar sus relojes una hora el 1 de abril de 2026. A partir de allí, regiría un esquema de dos horarios:
- Horario de invierno (abril a agosto): UTC-4.
- Horario de verano (septiembre a marzo): UTC-3.
Argentina ya atravesó varias modificaciones de huso horario. La última fue en 2009, cuando el horario de verano dejó de aplicarse porque el Gobierno consideró que no generaba el ahorro energético esperado, aunque en épocas anteriores sí se habían registrado reducciones en el consumo.
En ese sentido, Martín agregó:
“Actualmente vivimos en un sistema que nos hace sentir que faltan horas para rendir con todo lo requerido”.
“Cambiar la estructura horaria genera estrés adicional: adaptarse a nuevos horarios y ajustar las actividades diarias puede resultar agotador y aumentar el riesgo de problemas de salud mental”, concluyó la especialista.