El triunfo del peronismo en las elecciones legislativas bonaerenses del 7 de septiembre por una contundente diferencia de casi 14 puntos, consolidó una victoria política…pero no solo eso. Acto seguido, las redes sociales se convirtieron en el termómetro de un mal argentino (y también bonaerense) mucho más profundo: el racismo clasista que subyace en amplios sectores sociales.
En ese caldo de cultivo de frustración y superioridad moral, una usuaria (@Juli3CGallagh3r) publicó una imagen de Perón con la alegría del que quiere “sacar pecho ante el triunfo”: “VAN A VER PERONISMO HASTA EL ULTIMO DE SUS DIAS Y JAMAS VAN A ENTENDER POR QUE“. La mecha estaba encendida.
Fue en ese contexto que una usuaria (@CaamiFerraro), respondió al post que celebraba la victoria peronista con una frase que haría estallar las redes: “Si porque vivimos en un pais de negros, no era tan dificil la respuesta, burra“. El comentario pareció representar la voz de aquellos que no pueden digerir una derrota democrática sin recurrir al desprecio racial y social.
La máquina de desnudar desclasados
La reacción en “X” o Twitter fue inmediata y contundente. Los usuarios no se limitaron a rechazar el comentario, sino que iniciaron una investigación colectiva que dejó al descubierto la supuesta contradicción de la autora.
¿El hallazgo principal? La usuaria es de Quilmes, parte exactamente de ese conurbano que pretendía menospreciar. “¿De qué parte de Finlandia sos, Helsinki o Turku?”, le espetó un usuario, mientras otros añadían: “Habló la sueca” y “Habló Aurora“.
La evidencia apuntaba a un caso claro de desclasamiento: alguien que niega sus orígenes mientras adopta posturas de superioridad aspiracional. “Habló Kate Middleton eh, guarda…“, mencionó alguien más. Cada réplica era un dedo acusador que señalaba la “absurdidad” de su auto-percepción.
El espejo social de las redes
La “investigación” fue más allá. Usuarios señalaron que su tono de piel era “más oscuro que alguien del conurbano promedio“, que su emprendimiento vendía ropa de Shein y hasta que su novio (y hasta su perro) era “negro mc negro“.
Cada dato era una pieza más en el rompecabezas de una identidad negada. Las redes sociales, en su implacable lógica, funcionaron como un espejo que devolvió la imagen que alguien intentaba proyectar sobre otros, pero que en realidad le pertenecía.
El escarnio no era solo por burla; era un ajuste de cuentas simbólico. Le estaban devolviendo esa mirada despectiva que ella había lanzado primero. El hilo se convirtió en un espejo incómodo para una parte de la sociedad que se cree europea en un país mestizo, que se cree superior en un barrio que desprecia, y que vota con el odio de quien niega su propio ADN social.
Este episodio trascendió lo anecdótico para convertirse en síntoma de una sociedad que lucha por reconciliarse con su propia identidad. Mientras el peronismo celebra su victoria en las urnas, las redes dejan al descubierto una derrota mucho más significativa: la de aquellos que pretenden construir superioridad moral sobre el racismo y la negación de sus propios orígenes.
La derrota electoral de Milei encontró en este hilo su metáfora perfecta: la de una grieta que es, en el fondo, el conflicto de una clase que se avergüenza de sí misma.