La Resolución 651/2025 de la Administración Nacional de Aviación Civil, impulsada hoy por el ministro Federico Sturzenegger, promete “modernizar y simplificar” el sistema de licencias y habilitaciones de pilotos en Argentina. El objetivo declarado es eliminar burocracia y reducir costos, pero en el sector aeronáutico crece la preocupación: varias de las medidas no son simples trámites, sino barreras de seguridad reconocidas a nivel internacional.
Cursos exprés, dudas reales
La reducción a 200 horas para obtener la licencia comercial replica el modelo europeo, pero sin el respaldo de simuladores y chequeos estrictos que se exigen.
En Europa, la Agencia de Seguridad Aérea (EASA) ya contempla esquemas intensivos que permiten obtener la licencia comercial con unas 200 horas de vuelo. Sin embargo, allí esos programas incluyen simuladores, instrucción nocturna y chequeos rigurosos.
Con esta desregulación se teme que la reducción de horas quede sin los respaldos técnicos que hacen viable ese estándar en otras jurisdicciones.
Instructores sin control
Más delicada es la simplificación de la convalidación de licencias extranjeras y la eliminación de la renovación periódica para instructores.
La Federal Aviation Administration (FAA) de Estados Unidos, por ejemplo, obliga a todo piloto extranjero a rendir exámenes teóricos y prácticos antes de convalidar su licencia. También exige a los instructores renovar periódicamente para comprobar que mantienen sus técnicas actualizadas.
Quitar esas exigencias abre la posibilidad de que ingresen al sistema pilotos con competencias dispares y que instructores activos transmitan procedimientos obsoletos.
Horas sin registro
El riesgo se profundiza con la eliminación del foliado de vuelo, la certificación oficial de horas y las readaptaciones por inactividad. El registro de horas es la base de todo sistema aeronáutico serio: permite comprobar la experiencia de un piloto, validar requisitos para ascensos y reconstruir responsabilidades en caso de accidente.
La OACI (Convenio internacional de Chicago), en su Anexo 1, establece la obligación de llevar un logbook (foliado de vuelo) verificable. Sin él, cualquier historial puede ser inflado y la trazabilidad se pierde.
A eso se suma el fin de las readaptaciones que hasta ahora eran obligatorias después de transcurridos 30, 60 o 90 días de inactividad. La FAA (Estados Unidos) exige que todo piloto que transporte pasajeros haya realizado tres despegues y aterrizajes en los últimos 90 días.
Quitar ese requisito deja abierta la puerta a que alguien vuelva a volar sin práctica reciente, con el consiguiente riesgo de error en maniobras básicas.
Noche y helicópteros, lo crítico
La alerta más grave está en la eliminación de limitaciones al vuelo visual nocturno y de las licencias por tipo en helicópteros livianos.
El VFR (vuelo visual) nocturno es una de las operaciones más riesgosas de la aviación: desorientación espacial, ilusiones ópticas y obstáculos invisibles lo convierten en un terreno de accidentes recurrentes.
En el Reino Unido, la autoridad de aviación civil exige un curso específico para habilitar vuelos de noche. Ignorar esa formación en Argentina implica habilitar operaciones de alto riesgo sin preparación adecuada.
Con los helicópteros ocurre algo similar: cada modelo tiene particularidades que en FAA (EEUU) y EASA (Europa) requieren licencias de cada tipo o, al menos, habilitaciones específicas.
Las posibles razones detrás
¿Por qué entonces Federico Sturzenegger decidió avanzar con este paquete? La respuesta parece estar más en la economía que en la seguridad: abaratar la formación, expandir las escuelas privadas, atraer inversiones extranjeras.
Sturzenegger vende la reforma como “simplificación”. Pero en aviación, las normas no son caprichos burocráticos: son cicatrices de tragedias pasadas. Levantar esas barreras significa, inevitablemente, volver a exponer vidas a los mismos errores que el mundo ya aprendió a evitar