El fútbol tiene esos giros incómodos, tan profundos como su pasión. Y una de ellas es ver a Guillermo Barros Schelotto. El tipo se crió en Gimnasia, y ahora tendrá que estar, de nuevo, en el banco rival. Aquel chico que debutó en el Lobo en 1991, que corrió la banda del Bosque con la melena al viento y que aprendió a sentir el fútbol en el Zerillo, se transformó en un técnico que, con el correr de los años, debió enfrentar a su casa. Y se le viene la 12ª vez.
Con el tiempo, las emociones dieron paso a los números. Y esos números marcan que el Mellizo enfrentó 11 veces a Gimnasia, dirigiendo a Lanús, Boca y Vélez, con un saldo de seis victorias, tres empates y dos derrotas. Una estadística favorable que no borra la carga emocional. Claro.
Guillermo conoció todos los matices de ese reencuentro. En 2013, cuando dirigía a Lanús, se midió por primera vez ante el Lobo con cosecha pareja: un punto para cada lado y sin la incomodidad de tener que festejar un gol contra Gimnasia. Fue 0-0, resultado que se repitió en el segundo cruce: también empate.
Sin embargo, en 2015 arrancó una racha de victorias que se estiró durante dos años: cuatro de ellas con el Grana. Le ganó 2-0 en noviembre de 2014, repitió score en marzo de 2015, lo venció 1-0 en noviembre de ese mismo año y, en la liguilla pre-Sudamericana, otras dos victorias: 1-0 y 2-1. En 2017, la última del pack de éxitos: 3-0, ya como deté de Boca.

Aunque Guillermo luego estuvo tres veces sin ganarle a su eterno hogar futbolero (todas en 2018: 2-2 en mayo, 1-0 en septiembre para eliminarlo de la Copa Argentina, 2-1 en octubre), a su regreso al fútbol argentino le tocó cortar la sequía. Y vencerlo 1-0 con Vélez, el 29 de abril de este año en el Amalfitani.
La doceava será, de nuevo, especial. Distinta para un Guillermo que volverá a casa. Que tendrá su reconocimiento. Porque, pese a los enfrentamientos, hay cosas que no se olvidan.

