Voló una botellita de agua mineral semi vacía por el aire. Tras ello, sobrevino un puñetazo enérgico en la mesa que hace las veces de isla en el centro del camarín de Estudiantes del estadio Uno. Hombre de pocas palabras, pero precisas, Eduardo Domínguez dijo mucho más con los gestos que con la boca.
No le gustan los gritos ni el histrionismo del que han hecho una marca registrada muchos de sus colegas en un fútbol donde la imagen y el sonido HD dejó ya sin intimidad a los banquillos.
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Domínguez se gana a pulso el respeto de sus dirigidos porque, a diferencia de otros que lo han antecedido que eran leones rugientes para retar a los pibes pero “gatitos mimosos” para regañar a los más experimentados, es un hombre enérgico y ecuánime con TODOS sus dirigidos. No mira el DNI para actuar en consecuencia.
Así, tuvo las agallas, por ejemplo, en su momento para sacar a Sosa en un primer tiempo, o para sentar a Enzo Pérez al verlo cansado. Nunca mejor utilizado el viejo refrán futbolero de “no se casa con nadie”.
Al descanso, su Estudiantes nada tenía que ver con el campeón de la Copa de la Liga. Por eso, la actividad del entretiempo en el camarín pincha fue fundamental. El DT sabe y supo ayer, tocar la fibra íntima de sus jugadores. Puso el grito en el cielo por lo actitudinal y sacudió la modorra de todos.
Después, entre sus decisiones tácticas y las lesiones que obligaron algunos retoques, llegaron los mentados cambios que bien se explican en otros textos de este portal. Por sobre ellos, lo que cambió fue la actitud, la forma de encarar el juego, se vio la voracidad del campeón de la liga. A la cadencia la sucedió le dinámica y a la indolencia se la llevó puesta una actitud arrasadora.
Es Domínguez quien supo modificar este cuadro de situación, como es también el DT el responsable de tener a Sosa y Piatti, otrora intocables titulares, con las mismas ganas de entrar que a un juvenil. Y sin cara de pocos amigos, sabedores de que quién manda cuenta con los pergaminos y la espalda para hacerse cargo de esas decisiones sin que se le mueva un pelo.
La tercera fue la vencida para Eduardo. Llegó la primera victoria albirroja en el nuevo estadio Uno. Fue un Feliz Domínguez para el mundo Picharrata.


