“La adversidad no nos vence, nos retempla”, es el viejo apotegma que supo encarnar en los tiempos más difíciles el célebre presidente mens sana Héctor Atilio “Cacho” Delmar. Era una manera de irradiar energía y positivismo entre sus pares en los momentos más aciagos, cuando todo era tristeza y desazón. Con ese lema, supo reconstruir un club que pasó de estar arrumbado en la vieja Primera B y con una lluvia de juicios laborales, al brillo de encontrar su centenario en Primera, y con una inolvidable celebración a la que acudió el mismísimo presidente de la FIFA, en aquellos tiempos Joao Havelange, privilegio que no tuvieron ni siquiera clubes de la talla de River o Boca cuando llegaron a sus primeros cien abriles.
Tras el último bochorno de los sillazos y tumultos en una Asamblea que derivó en Cabildo abierto al son de la bronca acumulada por los socios triperos en tres años de desatinos dirigenciales que volvieron a poner de rodillas al club, ha llegado LA HORA DE GIMNASIA.
El pueblo tripero, sabedor y con el cuero curtido a la hora de soportar los vaivenes deportivos, no soporta un instante más de desidia, improvisación e impericia dirigencial.
Ya no alcanza, en los tiempos de un fútbol hiper competitivo y cada día más exigente, con el voluntarismo. No hay más tiempo en calle 4 para las aventuras sin sustento, a la luz de lo acontecido en los últimos años. Tampoco hay margen para un amontonamiento de agrupaciones sin cohesión real de ideas, proyectos y formas. El último “frente electoral” forzado que ganó las elecciones se está yendo entre gallos y medianoche tras un sinfín de desaguisados y con la tesorería virtualmente en cesación de pagos. Si, como leen, hoy Gimnasia no tiene caja siquiera para pagar los salarios de los empleados de planta, sueldos medios y bajos en el contexto del mundo laboral del país.

La mecha está corta. Tampoco hay espacio ni tiempo para aventureros que juegan al rebote en redes sociales bajo el paraguas de una candidatura que hace de Gimnasia el hazmerreír del fútbol argentino. Aún sin tomar dimensión y hasta con buenas intenciones, determinadas acciones de campaña no hacen más que bajarle el precio a Gimnasia y esmerilan el prestigio de una institución largamente centenaria, con una fuerza social y popular destacada por propios y extraños.
El último eslabón en la cadena de desaciertos del gobierno saliente fue la presencia -se desconoce si fueron contratados o tan solo invitados- de “patovicas” de seguridad para controlar el desarrollo de la Asamblea. Distintos socios denunciaron la presencia de NO socios portando pulseras de tono celeste diseminados por el poli en tono intimidatorio. Cuando el clima se tornó caldeado abandonaron el recinto ante la ira de los que sí habían entrado a derecho por ser socios empadronados con la cuota al día. ¿Mano de obra desocupada de una facción violenta de un club de Avellaneda?
Las elecciones están a la vuelta de la esquina. Es menester que se pase una adulta y responsable zaranda en el arco político albiazul y lleguen los dos o tres mejores candidatos para que el soberano elija sobre terreno firme. Que cada una de las agrupaciones con espaldas, peso y recorrido elija sus mejores hombres y mujeres para ir a las urnas con opciones razonables y confiables.
No hay más margen para improvisaciones.
Gimnasia lo necesita. Gimnasia lo pide a gritos. Gimnasia lo merece.




 
                                    