“No hay peor criatura sobre la faz de la tierra que aquella que huye de sus propios demonios”, la definición tan fría, tan cruda, corresponde a Pablo Ramos, el escritor argentino que se reconoció en sus debilidades y que hizo de sus libros una suerte de espacio de contención para los heridos de muerte por las adicciones.
La historia de Nicolás Grassino bien podría ser una de Ramos. Aquel pibe del Parque San Martín que había decidido dejar el fútbol luego de tocar primera con Villa San Carlos en la Primera C y que años atrás relataba los partidos imaginarios junto a amiguitos en el patio de su casa, tenía en su horizonte la responsabilidad de relatar un clásico platense. Pero nunca llegó a la cita y casi muere de sobredosis en el camino.
“Grassino se la puso”, “nadie sabe dónde está” se decía en los pasillos de La Cielo, la radio que había confiado en su capacidad. “Tenía que relatar un clásico el 22 de abril de 2016, un sábado a la tarde, estaba tratando de dejar la cocaína, buscando herramientas, haciendo tratamientos ambulatorios pero sin éxito”, cuenta Nicolás Grassino (La Plata, 33 años) que comenzó a consumir a los 19, “por curiosidad”.
Su número se adjunta a los de la última medición del Sedronar que indica que casi un millón de personas consumen cocaína en la Argentina: un 5,3% de la población total.
Una derrota humillante
Las palabras de Nicolás son las de tantos otros que se vieron envueltos en ese infierno que en un abrir y cerrar de ojos te puede hacer perder el control de todo lo que creíste poder dominar. Para entender el quiebre hay que prestar atención a las palabras que usa cuando dice: “Durante dos años, habré estado aguantando tres, cuatro meses sin consumir”. El protagonista de esta historia habla de aguante, y aguantó hasta donde pudo.
“La noche previa a ese clásico, salí a comer con amigos. En aquel momento tomaba alcohol, me tuve que dar la cabeza en la pared para darme cuenta que iba de la mano. Esa noche salí a comer con gente que no era del palo y pedimos un vino y con ese vino, se despertó algo y cuando terminó la cena empecé a consumi r”. El alcohol es la otra pata de una adicción tan feroz como la cocaína. Nicolás también laburó mucho para dejar el combo atrás, porque la experiencia fue demasiado brutal.
La maldita cocaína: Más de un millón de argentinos la consumen y los números no disminuyen
“Estaba con mucha plata encima y todo fue incontrolable: empecé en la madrugada del viernes y no paré hasta el domingo a la noche, donde vuelvo a aparecer derrotado abatido y dándome cuenta de lo que había hecho”. Lo que para algunas personas puede ser visto en gracia como “noches de gira”, fue en verdad un intento de suicidio inconsciente, autogestionado por una cabeza completamente corroída y adulterada. Nicolás consumió entre 20 y 30 gramos de cocaína en 48 horas. Una cantidad letal para cualquier cuerpo, para cualquier sistema nervioso. Sin dudas, su pasado como deportista auxilió a ese corazón herido para que no colapse en una habitación pútrida.
Una persona que deja el fútbol para seguir una carrera universitaria, sin desmerecer otras decisiones, muestra a alguien con cierto objetivo, con un plan apegado a “la corrección”. Sin embargo, todo esto puede tambalear si el peso de lo no resuelto se acumula y lastima las bases.
Aquel punto de quiebre, ese exceso sinfín que le generó “ la maldita y mentirosa cocaína ”, hace que no pueda y no quiera recordar lo que se hizo a sí mismo. El camino lo llevó al camino de redención que transita hoy: “No hay culpa. Me hice responsable, pedí perdón y me arrepentí. Equivocarse es aprender”, dice y enseguida aparecen palabras clave mientras se cruzan los mensajes: mutar, sanar, perdonar, sinceridad, honestidad. Todas prácticas que llevaron luz al abismo.
No me quiero morir
“Darse Cuenta” fue el lugar que le salvó la vida. Pero también su voluntad y por supuesto el amor. Pero para esa parte de la historia falta. “Un 3 de mayo me interné y si hoy estoy vivo es por el tratamiento, encontré un lugar donde se trabaja con la problemática a fondo. El aislamiento te permite salir de la sociedad que fomenta y ayuda a que haya adictos en la calle”. La comunidad (que tiene tres sedes) tiene hoy 200 residentes y son entre 30 y 40 los que se recuperan -gradúan- al año; sin embargo los números de las adicciones son tan aterradores como las experiencias: 2 de cada 10 muertes de personas de 15 a 64 años, son por producto de consumo de drogas ilegales o legales, como el alcohol.
Con ayuda terapéutica, contención y convicción, Nicolás hoy dice haber “podido encontrarme con los porque de lo que me hice, encontrar el foco y resolver cuestiones de mi vida, pasado, y de tu personalidad”. Un dato que indica que esta historia es una de miles: es que Argentina pasó de ser un país de tránsito a uno de fabricación y consumo, posicionándose como uno de los países con más consumidores de cocaína por persona en el mundo. Según la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico en sólo diez años, pasaron de descubrirse ochenta “cocinas” a doscientas cincuenta en todo el país.
Los internos de Darse Cuenta en medio de tareas de carpinteria. Todos buscan una revancha y una nueva oportunidad.
Hoy aquel pibe que destruyó la chance de relatar un clásico de La Plata moviliza las sensaciones de miles de fanáticos al ser la voz de las ligas argentinas para la señal internacional de TyC Sports que se ve, literalmente, en todo el mundo. Los mensajes de respaldo llegan desde Nueva Zelanda, hasta Australia pasando por Finlandia, Indonesia y una España repleta de argentinos entre tantos puntos.
Escribió Bukowski: “Encuentra lo que amas y deja que te mate. Deja que consuma de tí tu todo”. El protagonista de esta historia se dejó engañar, vivió un romance suicida con la droga y para pararse y abrazar este presente de armonía, tuvo que caminar los senderos del perdón, del reconocerse y de reconocer las debilidades como una parte natural de cada persona
“Quiero relacionar otras cosas con mi nombre. Mi pasado no lo escondo ni lo tapo, ni me perturba, porque es un proceso que tuve que pasar. Tuve que coquetear con la muerte para entender las cosas que me aferran a la vida. Sin eso no sería el de hoy y vaya a saber uno la que venga como será”. La claridad de hoy es tal que no cierra la puerta de ningún futuro escenario. “La lucha es todos los días”, afirma.
La revancha, el amor y la victoria
Después de los casi 30 gramos en 48 horas, de dos años de internación, llegó la vuelta al ruedo laboral, también su hijo Joaquín y el llamado para cumplir el sueño del chiquilín que relataba hasta los partidos que estaba jugando en la plaza: “En agosto de 2017, con fase avanzada, un día me contacta un productor que me había hecho varios castings, sin saber de mí, sin saber que me había internado ni nada. Y me dice ´Nico te llame un montón de veces, pero realmente quiero que vengas a charlar con nosotros porque se fue un relator a vivir afuera y tenemos un lugar vacante y está entre vos y otro más´. Ahí mire al cielo y dije gracias.
Grassino haciendo lo que ama: Lucha y luchó, por ese lugar que soño de chico
El renacer de la propia vida de Nicolás llegó en el momento que tenía que llegar, no hay otra variable de análisis. La chance de la felicidad laboral, la consolidación de la relación su compañera y el propio Joaquín (“el pendejito que me revolucionó el corazón”)
“Soy el mejor papa que podía ofrecer y es hermoso. Me emociona y me pone el desafío que es lo que quiero que mañana Joaquín diga de su papá. Lejos de la droga, de la mentira. Si hay algo que quiero inculcarle es que vaya con la verdad. Siempre va doler mucho menos que una mentira”, comenta quien hace años, no sabe de su padre “Me imagino que debe estar vivo, pero no forma parte de mi conformación familiar actual”, dice el relator que se entregó rendido a los brazos de su madre y su hermana, pilares en su recuperación al igual que su novia Florencia, a quien conoció durante el proceso y hoy es la madre del pequeño Joaquín de un año y casi 5 meses.
Felicidad pura: “Soy el mejor papá que puedo ofrecer y eso me emociona”
Nicolás vive hoy con su familia en Capital Federal y mientras espera que pase la cuarentena sigue acompañando a quienes continúan con el tratamiento. Su experiencia periodística lo volvió encargado de prensa del lugar que le salvó la vida y pasa horas estudiando coaching, una actividad que le dio frutos personales y que le ofrece herramientas para ayudar a otros.
“Me ayuda a mí y me ayuda a ayudar a otros, es un tema que me apasiona”, explica quien ha acercado a las sedes a ídolos futbolísticos de miles como son Pedro Troglio o Pablo Luguercio que también se dedica a colaborar con el día después de los deportistas profesionales.
Que satisfacción me genera entrelazar mi profesión con el lugar que me devolvió la vida! Gracias