Una ocurrente teoría, que involucra a la psicología, explicada en redes sociales por adherentes al oficialismo, indica que de acuerdo a los hechos que se fueron dando a lo largo de la pandemia, las actitudes de la oposición y quienes se enfrentan al Gobierno nacional, parecen las de los niños y adolescentes que por reluctancia a las indicaciones de sus mayores, se niegan y realizan exactamente lo contrario.
Esta teoría también propone, irónicamente, que el Poder Ejecutivo argentino opte por la psicología inversa para probar a ver si los opositores hacen “lo correcto”, para llevarle la contra a las normas o recomendaciones de las autoridades.
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Cuando hubo aislamientos, la oposición salió a levantar las banderas de las libertades individuales “contra el Estado opresor que coartaba los derechos de los ciudadanos frente a una dudosa enfermedad que venía de oscuros intereses internacionales”.
Luego se opusieron a las cuarentenas acuñando la palabra “infectadura” y arguían que había pocos muertos que demostraran la necesidad del encierro masivo.
Más adelante, cuando la realidad dejó en claro que el virus existía, contagiaba, se esparcía y era mortal, abandonaron ese discurso para instalarse en otro enfrentamiento con las recomendaciones gubernamentales.
Dijeron que el barbijo era innecesario, y que provocaba más problemas de salud que los beneficios que ocasionaba. Hablaban de Hipoxia y otros trastornos devenidos de su utilización. Ni la masiva producción a nivel mundial de mascarillas lograba convencer a los más acérrimos opositores de las ventajas de usar tapabocas para minimizar las chances de contagio, en especial en lugares públicos.
Más tarde apareció el tema vacunas y allí otra vez la oposición blandió el parche del “veneno ruso que llegaba para inocular quien sabe que inseguro brebaje no chequeado, a los cuerpos de los argentinos utilizados como conejillos de indias” de oscuros dirigentes políticos internacionales con resabios de prácticas comunistas”.
Cuando la ciencia occidental corroboró las bondades del otrora supuesto veneno, esa teoría también sucumbió frente a una realidad absolutamente diversa a la planteada por la oposición.
Ahora está aún en desarrollo el enfrentamiento acerca de sí las dosis son suficientes y se reparten de manera justa y equitativa.
El mal ejemplo de algunas pocas vacunaciones de privilegio le dieron motivo a la oposición de utilizar este método adolescente y plantarse nuevamente en la vereda de enfrente a las posiciones de las autoridades, volviendo a ser refractarios a cualquier noticia estimulante, como puede ser la llegada de 4 millones de dosis de 3 diferentes vacunas.
Pero ¿qué es la psicología inversa de acuerdo a la definición enciclopédica?
La psicología inversa es una técnica que implica la afirmación de una creencia o comportamiento que es opuesto al deseado, con la expectativa de que este enfoque animará al sujeto de la persuasión a hacer lo que realmente se desea.
Esta técnica se basa en el fenómeno psicológico de la reactancia, en el cual una persona tiene una reacción emocional negativa a ser persuadida y por lo tanto elige la opción en contra de la cual se está abogando.
Puede funcionar especialmente bien en una persona que es resistente por naturaleza.
En cambio, las solicitudes directas funcionan mejor para las personas que son obedientes.
Como la persona que está siendo manipulada generalmente no es consciente de lo que realmente está sucediendo, la teoría expresada en redes plantea que el gobierno diga exactamente lo contrario a lo que quiere que la sociedad realice, para obtener el resultado deseado solo por dejar que quienes son oposición a todo sientan que están rechazando lo recomendado, sin percatarse de que están haciendo lo correcto.
Una teoría imposible de llevar adelante pero que explica muy bien el último año de la Argentina desde la psicología inversa y se basa en la no utilización de barbijo de la Vicepresidenta, ayer, en el inicio del período de sesiones en el Congreso para provocar el efecto contrario de si “ella no lo usa, yo sí”.
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