La enfermedad conocida como Tos convulsa o Coqueluche —también llamada en lenguaje técnico Pertussis— es una infección respiratoria de origen bacteriano, provocada por la Bordetella pertussis. Se caracteriza por accesos de tos intensa, prolongada, con un “silbido” al inhalar y a veces vómitos o dificultad para respirar.
Aunque hoy parecía una enfermedad prevenible (hasta que se conocieron estos preocupantes casos), no siempre fue así. Aquí Infocielo te cuenta de punta a punta, con datos históricos mundiales y argentinos, de modo claro y divulgativo.
Orígenes y mortandad de antaño
Las primeras descripciones reconocibles de la tos convulsa se remontan al siglo XVI. Por ejemplo, en 1578 en París, el médico Guillaume de Baillou documentó un brote con síntomas que coinciden con lo que se reconoce como coqueluche. También hay alusiones anteriores —siglos XIV o antes— en textos de Asia, pero menos claras.
Antes de que existieran vacunas eficaces, la coqueluche representaba una causa muy importante de muerte infantil. Un análisis histórico señala que las tasas de mortalidad en lactantes menores de un año en países industrializados pasaron de más de 3.500 muertes por millón de nacimientos a poco más de 1.000, antes incluso de la vacuna. Por ejemplo: en Dinamarca en 1860 se estimaron unas 1.500 muertes por millón de población para todas las edades.
En Argentina, también se documentó que la cobertura de vacunación en bebés era de apenas ~44 % en 1980 para las tres dosis primarias, lo que implicaba tasas de mortalidad más altas.
El hallazgo del agente y la vacuna que cambió el curso
La identificación formal de la bacteria ocurrió en 1906, cuando los bacteriólogos Jules Bordet y Octave Gengou lograron aislar lo que hoy es Bordetella pertussis. Luego, durante las décadas siguientes se desarrollaron vacunas basadas en células enteras de la bacteria.
La vacuna cambió radicalmente el panorama: según revisiones históricas, tras su introducción la mortalidad se redujo drásticamente (por ejemplo en países ricos, más de un 80 % de reducción antes de los años 60).
En Argentina, la incorporación sistemática al calendario nacional permitió que la enfermedad dejara de ser una de las grandes causas de muerte infantil por vía respiratoria grave.
Por qué sigue importando hoy y el papel de la vacunación
Aunque los avances fueron enormes, la tos convulsa no está erradicada. La inmunidad de la vacuna decae con el tiempo y los brotes aparecen cada pocos años, incluso en países con alta cobertura. 
La Sociedad Argentina de Pediatría advierte que los lactantes menores de seis meses siguen siendo los más susceptibles a complicaciones graves como apneas o cianosis.
La vacunación sigue siendo la herramienta esencial: esquema en lactantes, refuerzos en niños y adolescentes, y vacunas durante el embarazo para proteger al bebé antes de nacer. Esta estrategia es clave para mantener al mínimo la mortalidad. En Argentina ya se utiliza vacuna acelular para ciertas edades, y se trabaja en cobertura y refuerzos.
La historia de la tos convulsa es un relato clásico de la medicina: una enfermedad que mataba muchos bebés, que fue reconocida hace centurias, cuya causa se aisló hace poco más de un siglo, que la vacuna puso a raya y que hoy exige mantener la guardia por las recaídas. 
Es un buen ejemplo de lo que significa “prevención médica”: un logro colectivo que hay que sostener con políticas, información y compromiso.
Cuando escuchas “tos convulsa” o Coqueluche hay que pensar que se está ante una enfermedad que alguna vez fue absolutamente temida, que ahora está controlada pero no eliminada, y que depende de todos para seguir así: padres, pediatras, embarazadas y el sistema sanitario.



 
                                    