En el Centro Olímpico de Asunción, cuando el marcador se inclinó definitivamente a favor del judoca bonaerense Alem Yuma, hubo un instante en que el ruido de la tribuna y el eco de los árbitros parecieron apagarse. Allí, de pie, en el sitio donde los padres siempre están aunque no figuren en las planillas oficiales, Fernando Yuma y Elizabeth Copes levantaron sus brazos, se miraron, sonrieron y dejaron escapar las lágrimas que llevaban implícitas años de entrenamientos, viajes y sacrificios. Esa imagen, más que la medalla misma, fue la verdadera consagración.
Alem, apenas 18 años, acababa de conquistar la medalla de bronce en la categoría -81 kg de los Juegos Panamericanos Juniors Asunción 2025. Un logro que no es fruto del azar, sino de una herencia silenciosa: creció entre tatamis, llaves y caídas, guiado por dos padres que también fueron atletas de alto rendimiento, competidores, y desde hace décadas, profesores de judo.
No hubo discursos motivacionales prefabricados en su formación; hubo madrugones, combates con rivales mayores y la enseñanza diaria de que el judo es mucho más que ganar: es aprender a levantarse.
LA RUTA HACIA EL BRONCE
En su camino hacia el podio, Yuma venció en el debut al venezolano Luis Pariche, cedió en un cerrado combate contra el canadiense Arthur Karpukov —quien más tarde se quedaría con la plata— y finalmente se impuso en el repechaje al peruano Benjamín Galarreta.
El combate por la medalla fue una lección de concentración: el rival acumuló tres infracciones y Alem no dejó pasar la oportunidad. Su triunfo, sellado por ippón, fue la recompensa a meses de preparación meticulosa.
Pero el verdadero telón de fondo está más allá del tatami. En Gonnet, donde nació el 29 de abril de 2007, Alem fue (al igual que su hermana Zaira) desde chico “el hijo de los profes de judo”.
Fernando y Elizabeth, además de formar atletas, moldearon un hogar donde la constancia es una costumbre y el respeto, un idioma. Esa cultura del esfuerzo, que no aparece en los medalleros pero sí en cada entrenamiento, explica por qué este joven platense se mueve en los torneos internacionales con la madurez de un veterano.
ORGULLO TAMBIÉN PARA ESTUDIANTES
La medalla en Asunción además tiene un capítulo de orgullo local. Alem es deportista de Estudiantes de La Plata, club que lo vio crecer en el tatami y también en otras canchas: en su adolescencia, alternaba las proyecciones de judo con goles y atajadas en el handball albirrojo.
Su historia deportiva tiene, además, un guiño inspirador: de chico coincidió en los entrenamientos con Paula “Peque” Pareto, medallista olímpica y hoy vicepresidenta del Comité Olímpico Argentino, quien estuvo en Asunción para acompañar a la delegación nacional.
Este bronce no llegó solo. Yuma ya había dado señales de su potencial en junio, cuando se coronó campeón en la Copa Panamericana Junior Sub 21 en Santo Domingo, República Dominicana. Aquella victoria fue la antesala de un 2025 que, con Asunción como escenario, quedará grabado para siempre en su carrera y en la memoria de su familia.
El instante que más emocionó a los presentes en el estadio no fue el anuncio oficial de su triunfo, sino la escena posterior: Alem se acercó al sector donde se encontraba la delegación argentina y compartió el festejo con sus padres, visiblemente emocionados. Fernando y Eli, que conocen de memoria las sensaciones que deja un combate, lo recibieron con un abrazo que sintetizó toda una vida de esfuerzo compartido.
No todos los días un joven de Gonnet se sube al podio continental y lleva al judo argentino a celebrar en Paraguay. No todos los días la provincia de Buenos Aires ve a uno de los suyos triunfar con semejante madurez. Y no todos los días un hijo confirma, en carne propia, que la pasión y el sacrificio que mamó desde la cuna son la mejor herencia que sus padres pudieron darle.
En la foto final, Alem aparece en el podio, un escalón por debajo del oro, pero con una sonrisa que no entiende de jerarquías. A su lado, los rivales que lo vieron dejarlo todo en cada combate. Y en algún lugar de esas gradas, dos judocas que hace años decidieron apostar por una vida entera dedicada a este deporte y que hoy, gracias a su hijo, pueden decir que dejarle ese legado valió la pena.
Porque hay medallas que pesan más por la historia que las sostiene que por el metal del que están hechas. Y la de Alem Yuma, bronce panamericano en Asunción, es una de ellas.