Si bien está claro que los análisis deportivos se hacen al final de los procesos, esta es una regla que vale para la dirigencia deportiva, porque es solo ella la que tiene esa facultad de decidir cuándo los procesos se terminan. (No vamos a entrar en el facilismo de que los contratos están para cumplirse, porque justamente existen por lo contrario).
Y es justamente por ello que la máxima no solo no invalida, sino que abre de par en par obligatoriamente el análisis periodístico ahora, a poco de encarar dos partidos de alto impacto sobre los resultados que Estudiantes pueda conseguir en apenas 72hs. Con Boca por el Apertura para perfilar si se clasifica y dónde, y con Botafogo por la Copa, donde será a ganar o ganar. El corte, aunque para algunos pueda ser antojadizo, es más oportuno que nunca.
El semestre es histórico. Y más allá del ruido interno y externo que la actuación de Estudiantes en el mercado de pases pudo haber provocado, lo objetivo es que intervino de manera inédita, con una lógica que sólo podría parecerse a lo realizado 16 años atrás luego de obtener la Copa Libertadores 2009.
En aquella ocasión no vendió a Braña, mantuvo el plantel, y apostó a repatriar a Sosa, entre otros, para consolidar uno de los ciclos deportivos más exitosos de la historia reciente (2005-2010). Había que aprovechar a JSV. Hoy la lógica es cambiar la lógica de la apuesta deportiva. No es JSV adentro, es la inversión de Foster afuera. Esta estrategia estuvo atravesada por mantener la base del plantel. Estudiantes hizo un esfuerzo económico que llevó sus finanzas al límite, para no vender a jugadores que en otro momento se hubieran ido tras el último título: Palacios, Manyoma, Cetré, estaban en la línea de salida.
Sobre ellos Estudiantes rechazó ofertas por Ascascíbar y Carrillo. Reforzó el plantel como nunca antes en su historia, y renovó el contrato del DT, quien a pesar de que esta vez tiene el camino allanado, está encontrando las mismas dificultades que se le habían presentado en los otros títulos, cuando a diferencia de este último, el plantel se había desarmado. Lo que en aquel momento era un valor incalculable, hoy se transforma en un interrogante.
Domínguez sumaba estrellas a pesar de las reconstrucciones a las que estaba obligado por los vaivenes de las finanzas de los clubes, que como Estudiantes, se encuentran obligados a vender rápido. Y ahora, que lo que abundan son variantes, la versión 2025 atraviesa los mismos problemas que las anteriores transiciones: en 16 encuentros el equipo no aparece, se vienen dos choques fundamentales para el semestre, y el recuerdo del fracaso de la Libertadores 24 todavía está fresco.
Así, los partidos frente a Boca y Botafogo caen en el medio de un bajón indisimulable del equipo, en el que el DT también cayó atrapado, al punto que luego de la U de Chile reconoció en conferencia que lo que necesita encontrar no “es el equipo, sino el rumbo”.
La actuación en el clásico no dejó conforme a nadie. Si bien la reacción del segundo tiempo fue notoria, con un abanico nutrido de variantes ofensivas, y con un empate agónico digno de ser festejado por los hinchas, a nadie escapa que lo hizo ante un rival que hoy atraviesa una crisis futbolística de la que no puede recuperarse, y que no puede quedar fuera del contexto de análisis de cualquier debate futbolero. Las diferencias de presupuesto entre los clubes de la ciudad son abismales.
Desde el desempate con Colón, Gimnasia atravesó tres cambios de entrenadores (Madelón, Méndez y Flores) más un interinato de Zanirato, con el agravante de no calzar esos cambios con los mercados de pases, lo que genera un desfasaje de economía y planificación diametralmente opuestos a la realidad que administra Domínguez con dos años ininterrumpidos en el cargo. Esa diferencia no se vio en la cancha en los primeros 45 minutos: de hecho Domínguez cambió a una línea de cinco defensores pensando en el rival, aisló a Carrillo arriba en una decisión que sorprendió a propios y extraños, y que recién pudo revertir cuando volvió al esquema más tradicional, al que luego reforzó con un triple 9 para llegar al empate. Todo eso para salir de la indisimulable incomodidad del primer tiempo, y muy a pesar de sus propias desmentidas en conferencia de prensa sobre el dibujo táctico utilizado, que por otra parte, evidentemente lo fastidiaron por primera vez desde que asumió en marzo del 23.
Pero el clásico no es la excepción. El triunfo ante Unión, y especialmente, la victoria aplastante sobre Racing en UNO, ya quedaron muy atrás. Allá por finales de febrero y los primeros días de marzo Estudiantes sugería otra cosa. Luego se sobrevinieron partidos en los que aún sin caer derrotado, empezó a perder la línea. Independiente Rivadavia le empató un partido que ganaba hasta el minuto 81. Precisó de la pegada exquisita de Sosa para igualarle agónicamente a Aldosivi, a quien le empezó ganando, y que a esa altura no tenía triunfos en el torneo.
Perdió con Barracas, Belgrano y Defensa. También en Copa, otra vez un partido en que se había puesto en ventaja, y que entre otras cosas desnudó lo peor que le puede pasar a un equipo de estirpe copera como se pretende Estudiantes: le tomaron el pulso. Todos le hacen tiempo. Todos se tiran. Todos le manejan al árbitro. Todos le copan la parada. En el torneo local Barracas no solamente hizo desaparecer las pelotas…el cuarto árbitro le sacó de la cancha a los pibes que las alcanzan.
Y si bien es cierto que Domínguez está cansado de que en el fútbol argentino todo se naturalice, y que vs Barracas todos miren para otro lado como años atrás ocurría con el Arsenal de Don Julio, tan cierto como eso es que esta es la época que le toca, y si en el espíritu del CT no hay un Nelson Vivas que se arranque la camisa, o un Gorosito que embarre la cancha (Boca-Alianza Lima), pues alguien tendrá que sobreactuarlo para que la Copa no pase a ser un buen recuerdo en un abrir y cerrar de ojos.
Por su puesto que también hubo triunfos. Le ganó a River, quizás el más resonante de todos por ser frente al Millonario y en el Monumental. La última victoria del torneo. Pero también tuvo otras con asteriscos. A Carabobo en Venezuela, una victoria que se neutraliza porque se descuenta que todos en el grupo van a ganarle. El de Banfield con un penal inventado. Y el de Central Córdoba con una remontada anímica y futbolística que tal vez sea la que se le está reclamando que recupere urgente. Es una victoria en siete partidos (5pts sobre 21). Ya entraron y salieron Sosa, Cetré y Castro. Ya jugó con línea de tres y de cinco. Neves de mediocampista goleador a suplente. Ascascíbar de la selección a la irregularidad generalizada. Carrillo no hace goles desde diciembre, y los que pueden reemplazarlo no están a la altura. A Medina se lo esperó mucho, en el clásico perdió dos mano a mano, y la paciencia en el fútbol tiene fecha de caducidad. A Farías por lo pronto se lo sigue esperando.
En un plantel plagado de variantes, al nivel de los más grandes del fútbol argentino, resulta paradójico que la lesión del juvenil Tobio Burgos resulte tan determinante. Y por si esto fuera poco, Mansilla la va a buscar adentro casi todos los partidos. En cualquier otro contexto el empate agónico ante Gimnasia en el 93´los hinchas lo hubieran festejado. En este no. Hoy no alcanza. Al tiempo que marzo/abril tienen todos las características de un bajón peligroso en el momento más inoportuno del semestre, que requerirá de una notoria reacción grupal, y de la lucidez del entrenador para sacar adelante un cuello de botella que comprime, sin que se vea afectada su reputación.