River atraviesa un período de incertidumbre. El equipo de Marcelo Gallardo no logra rendir a la altura de lo esperado y la crisis futbolística se hace evidente con cada partido. La derrota ante Riestra en el mismísimo Monumental tras eliminado de la Copa Libertadores fue la gota que rebasó el vaso y generó un enorme descontento entre los hinchas.
Uno de los factores centrales es la masiva renovación del plantel. Las incorporaciones recientes todavía no se adaptan, pese a que se invirtieron más de 60 millones de dólares en el plantel. Esto genera una falta de cohesión y un once titular inestable que no encuentra un buen rendimiento.
El funcionamiento colectivo se resiente: defensores, volantes y delanteros no logran conectar en las jugadas, y la dependencia de individualidades es evidente. Los errores tácticos y la falta de gol en momentos decisivos aumentan la preocupación.
Gallardo enfrenta la presión de su propio legado: su primer ciclo exitoso generó expectativas altísimas que hoy no se cumplen. La hinchada exige respuestas inmediatas y cada derrota se siente más pesada que antes.
La salida de esta crisis requiere estabilizar el equipo, mejorar la gestión mental y recuperar la identidad futbolística que siempre caracterizó a River. Con estructura y jerarquía, el Millonario aún tiene posibilidades de revertir la situación.