El norteamericano que compite para Suecia, Armand Duplantis logró un nuevo récord mundial de salto con garrocha en París 2024, alcanzando 6,25 metros de altura.
Sin embargo, en los últimos años, la variación del récord experimentó tan pocos cambios que se puede pensar que estamos llegando a un límite.
Desde la primera competición de salto con garrocha en 1854, donde los atletas alcanzaron una altura máxima de 3,05 metros, la evolución de los récords estuvo marcada por avances en los materiales de las garrochas y las técnicas de salto. Durante más de un siglo, los récords aumentaron a un ritmo medio de 2,3 centímetros por año.
El récord mundial del atleta olímpico que representa a Suecia en salto con garrocha
HISTORIA DE LA GARROCHA HASTA PARÍS 2024
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Las primeras garrochas hechas de bambú, permitieron alcanzar en 1942 una altura de 4,74 metros.
Este material fue reemplazado en 1960 por aluminio, lo que llevó a un nuevo récord de 4,80 metros. La verdadera revolución llegó con las garrochas de fibra de vidrio y carbono, materiales mucho más ligeros y flexibles, que permitieron a los atletas superar los 6 metros, alcanzando un récord de 6,14 metros en 1994.
Sin embargo, desde mediados de los años 90, el incremento en las alturas alcanzadas es mínimo. Entre 1994 y 2002, el récord mundial solo aumentó en 7 centímetros, llegando a 6,21 metros.
Este estancamiento plantea la pregunta de si estamos alcanzando los límites del ser humano y del material utilizado. La física confirma esta teoría y sugiere un récord máximo de altura.
EL SALTO CON PÉRTIGA O GARROCHA
Este tipo de salto con el elemento también nominado en otros países hispanos como “pértiga”, combina velocidad, fuerza, técnica y física en una secuencia compleja de movimientos.
El atleta corre, apoya la garrocha en el suelo y se impulsa con ella para superar una barra. Este proceso implica una transformación de energía cinética en energía potencial, crucial para elevar al atleta sobre la barra.
El deportista corre a gran velocidad para generar energía cinética, que se convierte en energía potencial al clavar la garrocha en el suelo. Este proceso no es completamente eficiente, ya que se pierde energía debido a factores como la fricción y la disipación asociada al estiramiento del cuerpo del atleta.
La garrocha, al doblarse, almacena energía en forma de deformación elástica, similar a un muelle comprimido, y libera la mayor parte de esta energía para impulsar al atleta hacia arriba.
Finalmente, la energía elástica se convierte en potencial mientras el corredor/saltador se eleva. Para superar la barra, el atleta debe mantener una pequeña cantidad de energía cinética que le permita desplazarse en horizontal y caer al otro lado.
La flexibilidad de la garrocha es crucial, ya que debe devolver la energía de manera efectiva en el tiempo en que el atleta alcanza la posición vertical.
HAY UN LÍMITE: NO MÁS DE 7 METROS
Para entender el límite teórico en estos saltos, podemos usar un cálculo simplificado.
Por ejemplo, en el récord de Armand Duplantis en París 2024, donde alcanzó 6,25 metros, se puede analizar la energía involucrada.
Armand pesa 79 kilogramos y alcanza una velocidad de 9,9 m/s al final de su carrera. La energía cinética disponible para convertir en potencial sería de 3.871 Julios.
Si toda esa energía se transformara sin pérdidas, el centro de masas del atleta podría elevarse hasta 5 metros. Sin embargo, dado que su centro de masas está en la mitad de su cuerpo y mide 1,81 m, su centro de masas se sitúa a 5,94 metros del suelo. Sumando la distancia desde su centro de masas hasta la pelvis, la altura máxima teórica es de 6,39 metros.
Estos cálculos explican cómo pudo establecer el récord en 6,25 metros, cercano al límite teórico. Aunque se mejorase la eficiencia de la garrocha y se minimizasen las pérdidas de energía, habría límites claros en la cantidad de energía que una garrocha puede almacenar y devolver eficientemente, así como en la velocidad máxima del atleta.
Estas restricciones físicas y materiales implican que, aunque pequeñas mejoras podrían seguir ocurriendo, superar consistentemente los 7 metros es improbable.
La energía adicional necesaria para esos centímetros extra sería considerablemente mayor y las pérdidas energéticas inevitables se volverían significativas.
Fuente: National Geographic
