Antes de comenzar el partido, Nueva Zelanda hizo su característica danza de guerra, el haka, mientras su rival, Inglaterra, se acomodó de forma particular para incomodar a los All Blacks. En ésta oportunidad los ingleses se ubicaron formando una flecha que rodeaba a los All Blacks, que mientras hacían la danza miraban para distintos lados, desacostumbrados a que los desafíen de tal manera.
Ya de arranque pegó fuerte Inglaterra, recuperando la salida y llegando al try por intermedio de Manu Tuilagi, quien rompió la línea de ventaja luego de varias fases que fueron ganando metros por distintos ejes de la cancha. Iban dos minutos e Inglaterra ganaba siete a cero.
Nueva Zelanda no se sintió cómodo en ningún momento, la defensa planteada por Eddie Jones y ejecutada por sus jugadores funcionó a la perfección ante los hombres de negro que no pudieron llegar al try hasta el minuto 57.
Inglaterra mantuvo posesión de la pelota durante gran parte del partido, fue territorial pero al mismo tiempo se animó a jugar mucho más que en otro partidos y no se equivocó a la hora de jugar la pelota. Fue punzante, penetrante y cada choque de los jugadores de la rosa eran una amenaza para Nueva Zelanda que se dedicó a defender y le costó mucho poder recuperar la pelota.
Otro de los puntos altos de Inglaterra fue la obtención, tuvo mejor scrum que Nueva Zelanda, de hecho lo obligó a cometer dos infracciones en dicha formación y en el line out le arrebató varias pelotas, más allá del line out del try neozelandés que es una falla en la toma de decisiones de Inglaterra en cinco yardas propias.
Eddie Jones vuelve a ser el hombre de la escena, la mente maestra del rugby que logró imponerse ante los mejores del mundo y va camino a recuperar la corona inglesa. El rival se definirá en la segunda semifinal entre Gales y Sudáfrica que jugarán en la madrugada del domingo.
