El precio del dólar acaparó la agenda económica –y más- a lo largo de toda la semana. El Banco Central debió vender unos 3 mil millones de dólares para mantenerlo estable en torno a los 20 pesos, pero ni siquiera así pudo evitar que trepe a los 21 hoy. Sólo con una brusca suba de la tasa de interés consiguió la meta.
En el interín reapareció en escena la figura de Domingo Felipe Cavallo, el tristemente célebre gurú de las catástrofes argentinas, con un consejo mortal: le dijo a Mauricio Macri que libere el precio de la moneda estadounidense, que podría ubicarse en torno a los 30 pesos.
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Las señales del Estado fueron captadas de inmediato por el mercado y en cuestión de horas aparecieron las restricciones. El sector financiero restringió la venta de dólares y se dedicó a comprar todo lo que hubiera dando vueltas. La cotización, desde las grandes firmas hasta las pequeñas cuevas, quedo por encima de los 21.20. El mensaje es claro: si la devaluación no llega, hay que provocarla.
Sólo los bancos trabajaron dentro de determinada normalidad, o algo así. En el Banco Provincia, por ejemplo, las operaciones de compra y venta se canalizaron únicamente desde internet, con lo cual sólo los clientes con determinadas habilidades pudieron acceder a ellas.
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