El presidente de la Nación, Javier Milei, dijo haber hecho “el ajuste más grande de la humanidad” y se autopostuló para el premio Nobel. La frase resulta incomprobable, pero si se la circunscribe a la historia argentina puede analizarse con detenimiento: qué tan grande es el recorte y, sobre todo, a quiénes afecta.
El Instituto de Estudios sobre la Realidad Argentina y Latinoamericana (IERAL) acaba de publicar un análisis de los gastos que hizo (o dejó de hacer) el Estado nacional durante el primer semestre de 2024. Esos números los comparó con otras épocas de ajuste fiscal en Argentina y concluyó: el cambio en el resultado financiero del sector público fue el más pronunciado desde 1967 a hoy.
De acuerdo al análisis del IERAL, el primer semestre de Milei encabeza el ranking gracias a que redujo el gasto en un 35 por ciento. De esta manera, logró cerrar las cuentas públicas con un superavit primario del 1,2 por ciento y un superávit financiero del 0,4 por ciento.
Se trata de un ajuste equivalente a 5,6 puntos del Producto Interno Bruto (PIB). En 1985, con el Plan Austral, se había logrado una corrección fiscal de 4,6 puntos del PIB y se quedó con la medalla de plata. El bronce fue para el ajuste del año 2003 que implicó una mejora de las cuentas públicas del 1,8 puntos del PIB.
¿Daño colateral?
Llegar a revertir el déficit fiscal y cerrar el primer semestre en superávit, implicó dejar en el camino a mucha gente, políticas públicas e incluso generó demandas ante la Corte Suprema. El reporte elaborado por el Instituto, que tomó cifras oficiales del Ministerio de Economía, permite ver quiénes pagaron el ajuste en base a dónde se achicaron los gastos.
Efectivamente, como vienen denunciando algunos sectores políticos, los Estados provinciales son algunos de los más perjudicados. En comparación con el año pasado, la Nación redujo en un 98 por ciento las transferencias de capital y en un 74 por ciento las corrientes destinadas a las provincias. Buenos Aires, a su vez, es una de las más ajustadas.
En segundo lugar se ubicó la inversión pública con una reducción de los gastos primarios del 71 por ciento. Este ítem está directamente vinculado a la parálisis total de la obra pública que, entre otras cosas, generó una crisis de actividad y empleo en la construcción.
En tercer lugar aparecen los subsidios económicos como otra de las grandes fuentes de ahorro. A lo largo del primer semestre, el gobierno de Milei redujo este tipo de erogaciones en un 43 por ciento. Esto se traduce en, por ejemplo, aumentos exponenciales de tarifas.
La otra gran fuente de recorte tiene que ver con los gastos previsionales. Efectivamente, las jubilaciones y pensiones registraron un ajuste del 27 por ciento en el primer semestre del año.
Ahora bien, el informe técnico se pregunta si el ahorro se debe erogaciones que no se pagaron, pero que implican un aumento de la deuda flotante para los próximos meses. Esta es la interrogante clave para saber si el tan aclamado ajuste fiscal ordenará o seguirá desordendando las cuentas públicas.
