Volvimos a ser los mismos de antes de todo. Porque volvieron los mismos que nos manejan los ritmos, que nos manejan los tiempos, que nos manejan la seguridad. Las barras oficiales estuvieron presentes en Mar del Plata. Desde esta ciudad salieron micros bancados, es una locura.
En Gimnasia formaron parte de la campaña oficialista apoyando al ahora presidente en distintas presentaciones y en Estudiantes “Los Leales” volvieron a copar la parada (consiguieron lo suyo en el Country antes del partido). Nadie nos puede hacer creer que necesitamos barras para que la cancha sea una fiesta. Solo nosotros mismos.
La verdad que fue fiesta hasta que mutamos en ellos. Hasta que les hicimos el juego. Hay una carencia interna que nos propone igualarnos con esos tipos y retroceder en todos los aspectos. Y la verdad es que esta ciudad demostró ser más que eso, somos mejores que ellos. No Seamos tristes. ¿No entendemos? De un lado había tipos orgullosos de las corridas en el último clásico oficial esperando ver las caras de los “humillados”. Del otro, un grupo tomó protagonismo siendo pendenciero y revanchista. Y nos sumamos, unánimemente, al agite de pocos. Embelesados sabrá uno porque, seducidos como tórtolos por la violenta marea, fuimos boludos crónicos por un buen rato. Tenemos mucho más y mejor para dar como sociedad, ya lo mostramos.
Da lástima que hayamos tenido una sola, pequeña e ínfima chance de demostrar que el clásico podía volver a ser el que fue, con las tribunas llenas de los dos lados, pero demostramos que no. Perdimos por goleada. Ganaron los barras, lo peor de la cultura del aguante. Porque ellos no “aguantan”. Ellos laburan para punteros políticos, aprietan en los barrios humildes, se juntan a comer asado con los que putean, porque para ellos es un laburo. Somos serviles a ellos. En los años de plomo los barras en La Plata hacían inteligencia para los militares, más acá en el tiempo se comieron a Cabezas, no importa de que color son. Importa lo que son. Importa tener clara su esencia. Obran por dinero y si te tienen que limpiar a vos, lector, te limpian o te rompen a trompadas.
Propongo un ejercicio. Cuando cantemos eso de matar a uno o correr al otro, acuérdense de cada uno al que ayudaron el 2 de abril y pregúntense si en ese momento pensaron de qué cuadro era al que le salvaban la vida. Ahora, recordate en la cancha y decime sino te sentís un poco mal. ¿De qué sirve hacerle el juego a los que se cagan en todos nosotros? y ¿de qué nos sirve a nosotros ser cada vez más parecidos a ellos? Recordémonos, seamos los hijos de la inundación y no malparidos.
(Por Andrés Caviglia-Encargado de deportes de Qm Noticias)
