En el calor de la política argentina, donde cada gesto y palabra es analizado, una anécdota curiosa se ha cocinado en el ámbito menos esperado: un restaurante, tras el debate televisivo del ballotage. El protagonista de esta historia es el ahora ministro del interior, Guillermo Francos, y el presidente Javier Milei, conocido por su fobia a las papas fritas.
La escena se desarrolla en un restaurante, donde Francos, en un gesto de camaradería, pide papas fritas para los 50 comensales presentes.
UN JAVIER MILEI ‘ANTI PAPAS FRITAS’ Y ENFURECIDO
Sin embargo, lo que parecía ser una oferta generosa pronto se convirtió en un momento de tensión.
Milei, cuya aversión a este popular acompañamiento es bien conocida, reaccionó con furia ante la vista de las papas fritas acercándose a la mesa.
La anécdota de la aversión de Javier Milei hacia las papas fritas contadas por Ernesto Tenembaum
Karina Milei, hermana del presidente y figura clave en su círculo íntimo, intervino rápidamente, indicando a los mozos que retiraran el pedido.
Pero antes de que las papas fritas pudieran ser removidas, Francos, en un acto de desafío o tal vez de simple antojo, manoteó un puñado para colocarlas en su plato personal.
Esta anécdota, narrada por Ernesto Tenembaum, ofrece una visión inusual y tipificadora del libertario, mostrando aspectos exóticos y peculiares de su personalidad.
La fobia de Milei a las papas fritas, aunque pueda parecer trivial, es un recordatorio de que los líderes políticos también tienen sus propias batallas personales, algunas tan cotidianas como la comida en su plato.
Alguna vez el presidente mucho antes de involucrarse en política había referido no gustar de la comida en general por considerar que es una pérdida de tiempo, y que preferiría alimentarse a pastillas con nutrientes como los astronautas.
El incidente de las papas fritas es más que una simple curiosidad; refleja las dinámicas de poder y personalidad que juegan un papel crucial detrás de escena en la política.
Mientras que algunos podrían ver la reacción de Milei como una muestra de carácter, otros podrían interpretarla como una vulnerabilidad inesperada.
Lo que es indiscutible es que la anécdota le agrega sabor al ya picante mundo de la política argentina.
